La burocracia es un término que, en general, carece de buena reputación. Al mencionar esta palabra la gente automáticamente piensa en trámites engorrosos, largas colas, el vulgar “peloteo” y un sinfín de incomodidades. Sin embargo, aunque no siempre sea insufrible, sí podemos decir que es completamente ineludible. Toda persona que viva en las sociedades modernas, indistintamente de su credo, ideología política, preferencia sexual, genotipo o condición social, requerirá los servicios de la estructura burocrática, en distintos momentos y situaciones de su vida.
En definitiva, estas gestiones se asumen como una especie de “mal necesario”. La ciudadanía sabe que requiere de estos servicios y tiene que acudir obligatoriamente a las instituciones competentes. De lo contrario, se corre el riesgo de quedar excluido del sistema. Esto es así, desde lo más esencial como una partida de nacimiento, una cédula de identidad, un acta de matrimonio, de divorcio o de defunción; hasta una licencia de conducir, un pasaporte y un título de bachiller o de profesional universitario, por citar sólo algunos ejemplos de documentos claves.
De allá y de acá
El sistema burocrático, especialmente en los países considerados subdesarrollados o del eufemístico Tercer Mundo, adolece fallas comunes, que terminan poniendo al ciudadano en aprietos. Instituciones paquidérmicas, tramas internas de corrupción, desorganización y desidia, han sido por décadas lacras difíciles de erradicar.
Claro que no son males exclusivos de los países menos favorecidos de América Latina, Asia, África y Medio Oriente, entre otras regiones. También en naciones del Primer Mundo se cuecen habas. El fenómeno da mucha tela que cortar. De hecho, algunos pensadores como el sociólogo francés, Michael Crozier, realizaron interesantes investigaciones al respecto.
Este intelectual galo, con su teoría de la burocracia, planteó una tesis tan polémica como llamativa. Para Crozier, en líneas generales, a las instituciones les cuesta trabajo cumplir su cometido, porque las personas que laboran en su interior, tienden a congregarse en grupos, que luchan encarnizadamente por hacerse del poder interno. Un axioma que se cumple incluso si son grupos de personas que, en teoría, comparten el mismo ideal político.
Muerte de un burócrata
De manera que lidiar con estas pesadas estructuras y hacerlas más eficientes nunca ha sido tarea fácil. Una película casi de culto, para reflejar esta terrible realidad, ha sido sin duda el filme del genial cineasta cubano, Tomás Gutiérrez Alea, La muerte de un burócrata. Esta cinta del género de la comedia negra, desnuda los absurdos de procesos burocráticos, tan engorrosos como inflexibles.
El no menos genial comediante mexicano, Mario Moreno “Cantinflas”, también le dedicó algunas de sus películas a este polémico tema. En el filme El ministro y yo, el popular actor hace una severa crítica al burocratismo. Su reflexión mantiene pasmosa vigencia con respecto a un mal, que aún afecta a muchas de nuestras sociedades.
En uno de sus parlamentos, Cantinflas se refiere a la burocracia de este modo: “Sí señor, ustedes, tienen un concepto muy equivocado de lo que es la burocracia. Saben de dónde proviene esa palabrita, buro del francés bureau, que en español quiere decir, escritorio y cracia del griego cratos que significa, poder. En otras palabras, es decir, ustedes, ejercen el poder desde los escritorios”.
Se rompieron los moldes
Pero en el caso de Juan Guaidó y su supuesto gobierno interino, los males del burocratismo clásico han llegado a límites inimaginables. Ese gobierno que algunos han calificado irónicamente como de Narnia, se gasta una verdadera fortuna en el mantenimiento de burocracia, nóminas, muchas de ellas fantasmas y para la ciudadanía común no hay ningún beneficio.
De acuerdo con denuncias efectuadas por el viceministro de Políticas Antibloqueo del país, William Castillo, Guaidó ha destinado por lo menos 100 millones de dólares para el pago de la nómina de su supuesta administración.
“Guaidó y su banda, incluyendo la ex AN se auto asignaron 100 mill. De $ de los 342 mill. Que Trump le robó al BCV el año pasado. Se llama [Fondo para la Liberación de Venezuela] y de allí pagan la nómina del llamado [Gobierno Interino], medios, periodistas, tuiteros y paracos”, sostiene Castillo.
Guadó y su banda, incluyendo la ex AN se auto asignaron 100 mill. de $ de los 342 mill. que Trump le robó al BCV el año pasado. Se llama "Fondo para la Liberación de Venezuela" y de alli pagan la nómina del llamado "Gobierno Interino", medios, periodistas, tuiteros y paracos
— William Castillo Bollé (@planwac) August 21, 2021
Estamos hablando de sueldos astronómicos, que incluyen la estrambótica suma de US2,6 millones sólo para Guaidó. Otros US3,6 millones para la cancillería de fantasía y cerca de US4,6 millones para la antigua Asamblea Nacional.
Estas informaciones han causado malestar incluso entre los opositores más radicales. La gente de a pie comenta que el gobierno de Guaidó no sirve para nada. Ni siquiera para sacar una cédula, tramitar un pasaporte, legalizar un título universitario, apostillar documentos, notariar un contrato o gestionar una licencia de conducir, entre muchos otros.
Costosa e inútil
“Todos sabemos que se trata de un gobierno de fantasía, pero una fantasía bien costosa. Porque ellos sí cobran en dinero contante y sonante. Si no cobraran nada por la payasada que están haciendo, no hay ningún problema. Pero eso nos cuesta un dineral”, comenta angustiado un transeúnte en el centro de la ciudad.
1. Según datos publicados por la Junta Ad Hoc del BCV, el gobierno interino ha gastado hasta hoy $121,9 millones con cargo al Fondo para la Liberación de Venezuela. Solo en septiembre se desembolsaron $1,9 mn para presidencia, $3,6 mn para cancillería, y $4,6 mn para la AN. pic.twitter.com/l3tXls9gmt
— Francisco Rodríguez (@frrodriguezc) November 5, 2021
Y sus palabras son lapidarias. ¿Qué podría haber dicho de una burocracia como la de Guaidó, un sociólogo como Crozier? ¿Qué películas podrían haber hecho Cantinflas y Gutiérrez Alea? Simplemente el género del absurdo llevado hasta el paroxismo; ¿Quién puede dudar que Guaidó tiene la burocracia más cara e inútil del mundo?.
En contrapartida cada vez que un ciudadano venezolano, o algún extranjero residenciado en el país, requieren un documento, de la naturaleza que sea, solo puede acudir ante la única administración existente realmente: la del gobierno constitucional de Nicolás Maduro Moros. Todo lo demás, aunque costosos, son universos paralelos.