Cuando, a comienzos de 2018, Julio Borges se presentó borracho a darle una patada a la mesa del diálogo en República Dominicana, cualquiera hubiera pensado que aquel hombre actuaba como poseído. Y es que, aparte de la fuerte dosis de alcohol en su organismo, no existía ninguna razón lógica que pudiera explicar semejante conducta. Ni siquiera desde la vieja óptica (adeca, para más señas) de que en política 2 y 2 no suman 4. Y es que las conversaciones del diálogo, avanzaban de forma impecable con la diligente observación internacional. Todo estaba listo para la firma de un acuerdo justo para ambas partes. Pero cuando ya parecía conjurado el golpismo opositor apareció Borges ebrio y echó todo por tierra.
Se embarcaba así, por enésima vez, toda el ala extremista de la ultra derecha venezolana en una ruta antidemocrática, que esta vez ponía “todas las opciones sobre la mesa”. Es decir: desde una invasión con marines norteamericanos, una agresión armada con las tropas de un país vecino (la Colombia de Duque y el Brasil de Bolsonaro), hasta el nombramiento de un gobierno paralelo títere y el recrudecimiento de un criminal dispositivo de asfixia económica al país.
Juntos y revueltos
Desde el puntapié inicial de esta etapa de terror, las figuras más conspicuas del golpismo opositor venezolano estuvieron de acuerdo en casi todo. Allí se solazaban personajes como Leopoldo López, María Corina Machado, por supuesto Julio Borges y Antonio Ledezma, entre muchos otros. Luego de casi 20 años de fracasos sucesivos, estaban convencidos de que esta vez sí lograrían su objetivo político.
Ya en el pasado estos personajes habían enfilado sus dardos contra el árbitro electoral e incluso se habían salido abruptamente de una contienda comicial. En 2005, en un acto de torpeza, pero también de falta de autonomía política, el mismo “espíritu maligno” que se posesionó de Borges en Dominicana, hacía lo propio con la alianza opositora. Todos se retiraron en masa y le dejaron la puerta libre al chavismo para controlar toda la Asamblea Nacional de entonces.
Como testimonios dolorosos del golpismo opositor hay una larga lista de eventos lamentables. Desde el golpe de Estado de abril de 2002, el paro sabotaje petrolero 2002-2003, las sucesivas ediciones de la guarimba y los repetidos intentos de magnicidio (primero contra Hugo Chávez y luego contra Nicolás Maduro); hasta la versión recargada de los planes de “La Salida” y la solicitud expresa de intervención de fuerzas extranjeras dentro del país. Algo inédito en 200 años de vida republicana.
Coraje y resistencia
Sin embargo, la historia nunca les ha dado la razón a estas cúpulas de ultraderecha. La capacidad de aguante de un pueblo, sumada a un liderazgo político y militar nacionalista, ha impedido que cada uno de estos planes macabros tenga éxito. En esta nueva etapa de la Revolución Bolivariana se han sorteado diversas pruebas de fuego, que han demostrado que el coraje y la resistencia forman parte del ADN político del venezolano.
Ahora, aunque el golpismo opositor ha sido persistente, se dibuja en el horizonte inmediato una realidad política completamente diferente. Tras el naufragio del interinato, y el cambio de directriz en predios de la Casa Blanca, a las oposiciones, incluso a las más díscolas, no les ha quedado más remedio que volver al carril democrático. Al menos eso parece.
Lluvia de candidatos
Fracasada rotundamente el ala del golpismo opositor ahora todos se mueren por participar. Como ha señalado el sociólogo venezolano, Ociel Alí López, ahora estamos frente a una lluvia de candidaturas y un cambio de gramática.
Esto básicamente porque la opositora Comisión Nacional de Primaria ha fijado como fecha de ese evento el 24 de octubre de este año. Los candidatos se postularán entre mayo y junio. Y desde ya se ha desatado una larga lista de postulaciones y potenciales aspirantes. Desde los más radicales hasta los más moderados, todos quieren medirse.
«Todo esto quiere decir que el ambiente opositor ya es otro, que ha cambiado su gramática y hasta su repertorio de demandas. En 2019, sus líderes competían por enarbolar los discursos más radicales contra el presidente Nicolás Maduro. Ahora su preocupación se dirige hacia la pugna interna entre una explosión de precandidatos y señalamientos mutuos, después de la derrota estratégica del interinato de Juan Guaidó, que se ensayó desde 2019 hasta hace pocas semanas, cuando fue disuelto», expresa el analista.
Aspirantes en crisis
Y ciertamente la retórica del golpismo opositor ahora es completamente diferente a la de hace algunos años. Seguramente a regañadientes, ya no hablan del “dictador Maduro”. Es obvio, puesto que sería un completo contrasentido, medirse en unas primarias, para disputar unas elecciones presidenciales contra un “dictador”. Igualmente, se han moderado los ataques contra el Consejo Nacional Electoral y ahora lucen dispuestos a someterse a su arbitraje. Pareciera que por fin se internaliza la importancia de consolidar el voto como única vía dirimir las diferencias políticas.
Todo esto, como admite otro analista, pero de corte abiertamente opositor, es reflejo de un colapso. “La oposición atraviesa una grave crisis por las divisiones que hay entre los diferentes partidos, más profundas desde la desaparición del gobierno interino de Juan Guaidó a finales de año. La elección de un nuevo liderazgo es urgente porque será quien se enfrente a Nicolás Maduro en las elecciones de 2024”, puntualiza Alonso Moleiro.
Las mismas caras
Pero Moleiro omite decir que son casi siempre las mismas caras: Henrique Capriles Radonski, María Corina Machado, Manuel Rosales, Carlos Ocariz y Henry Falcón. Se han sumado el impresentable de Juan Guaidó, el no menos impresentable Juan Pablo Guanipa, junto a Bernabé Gutiérrez y Carlos Prosperi. Existen muchos otros aspirantes de movimientos más pequeños. Pero persiste la percepción de un liderazgo vetusto, que bloquea las compuertas para que surjan otras caras.
Igualmente, ha cobrado cierta relevancia otra vez la figura del humorista y empresario, Benjamín Rausseo, más conocido como “Er Conde del Guácharo”, quien tiene aspiraciones como posible “outsider”.
Sin embargo, a pesar de todo lo dicho aún queda camino por delante para comprobar que ciertamente el golpismo opositor ha sido exorcizado. Y es que están poseídos de un espíritu que les resta autonomía y cuando menos se espera les hace tomar decisiones inexplicables, como la de Borges ebrio en República Dominicana hace algunos años. Ese es espíritu no es la Sayona ni el Silbón. Son las élites del poder norteamericano, que les penetran y dirigen a control remoto desde el Pentágono y la Casa Blanca.
