Aún es posible observar en Internet las imágenes de un Henry Ramos Allup, ahíto de poder, ordenando desmontar los retratos del Libertador Simón Bolívar y del Comandante Hugo Chávez, del Palacio Federal Legislativo. «Llévense toda esa vaina pa’ Miraflores o se lo dan al aseo, yo no tengo nada que ver con esa vaina, pero aquí nada…». Ensoberbecido, el otrora hombre fuerte de AD asestaba un golpe noble en el herido imaginario colectivo del chavismo. ¿Quién diría que tan solo algunos años luego, esa misma soberbia, las luchas intestinas y una agenda suicida, terminarían literalmente por sepultar al liderazgo opositor?
Caída en barrena
De obtener un triunfo resonante, que marcaba la consolidación de las fuerzas opositoras como una opción política con chances, estos dirigentes han caído en barrena, alcanzando niveles asombrosos de rechazo. Y la verdad es que lo único que estas personas han traído para el país y para el pueblo venezolano han sido calamidades y más calamidades.
El primero al bate fue Ramos Allup. En 2016, tras una pelea a cuchillo con Primero Justicia (PJ), logró el apoyo de la fracción de extrema derecha de Voluntad Popular, para desbancar a Julio Borges, como presidente de la Asamblea Nacional (AN). Entre frases altisonantes y poses de patotero, cumplió su período con más pena que gloria. Puso un ultimátum de seis meses al presidente Nicolás Maduro, para sacarlo de Miraflores y todo quedó en bravuconadas.
Después tocó el turno a Julio Borges. Este señor aprovechó su pasantía por la presidencia del legislativo, para cocinar una gigantesca operación de lobby internacional, contra Venezuela. Los dichos y hechos de Borges harían palidecer el entreguismo del mismísimo Francisco de Paula de Santander.
Borges, al entregar el cargo en manos de Juan Guaidó, ya estaba comprometido hasta el cuello con un «abanico de opciones» nada democráticas, que incluirían un intento de magnicidio (8 de agosto de 2018), una invasión de mercenarios (Operación Gedeón), un mega apagón y por supuesto la intensificación del bloqueo norteamericano.
Este señor alcanzó notoriedad de una forma patética, luego de huir al exterior. En el extranjero Borges calificó a los venezolanos (sus propios connacionales), como una plaga para la región suramericana. También lloró como dama plañidera clamando por una invasión de marines norteamericanos.
La guinda del pastel
La guinda del pastel vino luego con el joven y desconocido diputado, Juan Guaidó. Alfil del terrorista Leopoldo López, esta sería la carta bajo la manga de la extrema derecha, supuestamente para conjurar los estruendosos fracasos de Ramos Allup y Borges. Sin embargo, tras autoproclamarse presidente de la República y aglutinar bajo un ardid el respaldo internacional de varias decenas de países, el interinato de Guaidó ha sido un completo desastre.
Hoy en día Guaidó naufraga entre el rechazo masivo y los escándalos de corrupción. La gran mayoría de los países le han retirado el apoyo; y los propios dirigentes de oposición como Calderón Berti y el mismísimo Borges, entre otros, le tildan de corrupto y fracasado.
«El gobierno interino era un instrumento para salir de la dictadura, pero en este momento se ha deformado hasta convertirse en una especie de fin en sí mismo, manejado por una casta que existe allí. Se ha burocratizado y ya no cumple con su función. Tiene que desaparecer», ha declarado Borges a la prensa internacional.
En las últimas semanas han salido a la luz pública denuncias sobre el reparto de US$ 1.900 millones, entre Guaidó y su supuesto gabinete. A esto se suma un rosario de delitos de alto calibre, como: el despojo de Citgo y Monómeros, el oro de las reservas internacionales depositadas en Inglaterra; y por si fuera poco la malversación de más de 3 mil millones de dólares entre 2016-2021.
Logros bizarros
Pero además, entre la lista de logros bizarros (directos o indirectos) de este nefasto interinato, destacan: Estrangulamiento de la economía nacional (caída del PIB e hiperinflación, cierre de empresas y pérdida de empleos), congelamiento en el exterior de las cuentas de la República, ataque terrorista a la moneda nacional, deterioro de los servicios públicos y éxodo de venezolanos al exterior.
Un listado espeluznante de daños, que se ha traducido en muertes, angustia y ratos amargos para el común denominador de los venezolanos, indistintamente de su preferencia política o su sistema de creencias. Con semejante desempeño en la arena política nadie puede sorprenderse de los más recientes resultados de la encuesta Monitor País de Hinterlaces.
El sondeo realizado en una muestra representativa de toda la nación, confiere un 84% de rechazo a Julio Borges y le siguen Henry Ramos Allup y Juan Guaidó con 82%, respectivamente. Luego, destaca Leopoldo López con 80% de aversión.
En un rango similar de antipatía se ubica Henrique Capriles Radonsky, también con 80% de rechazo. Este dirigente a las primeras de cambio se mostró tan irresponsable y extremista como sus colegas. Sobre todo al desconocer los resultados en las presidenciales de 2013 donde fue derrotado y mandar a la gente a «descargar la arrechera». Sin embargo, después se mantuvo al margen del interinato, pero sus posiciones tan ambiguas no le han salvado de un extendido desprecio popular.
Cierran la lista María Corina Machado con 58% y el empresario Lorenzo Mendoza con 35%. Como enseñan los estudios de opinión pública, las encuestas son la fotografía de un momento específico. Sin embargo, marcan el rumbo de tendencias, que en este caso lucen irreversibles. Hay demasiadas heridas abiertas, demasiadas familias afectadas y demasiado dolor causado por la irresponsabilidad y las ansias desmedidas de poder de estos sociópatas. Es obvio que con su agenda suicida el liderazgo opositor se sepultó.