Este jueves, la primera ministra de Gran Bretaña Liz Truss, anunció su renuncia al cargo, a menos de dos meses después de asumirlo.
La renuncia se produce luego de enormes presiones por parte de su propio partido y tras la renuncia de al menos dos de sus más cercanos colaboradores.
A través de su cuenta Twitter, Liz Truss emitió un comunicado oficial y anunció que permanecerá como Primer Ministro hasta que se elija un sucesor.
“Habrá una elección de liderazgo que se completará la próxima semana. Esto garantizará que permanezcamos en el camino para cumplir con nuestros planes fiscales y mantener la estabilidad económica y la seguridad nacional de nuestro país”.
También señaló que dada la situación, no puede cumplir el mandato por el cual fue elegida por el Partido Conservador. “Por tanto, he hablado con Su Majestad el Rey para comunicarle que renuncio como líder del Partido Conservador”.
We delivered on energy bills and on cutting national insurance.
We have continued to stand with Ukraine and to protect our own security.
And we set out a vision for a low tax, high growth economy – that would take advantage of the freedoms of Brexit. pic.twitter.com/fi6rtdBRAf
— Liz Truss (@trussliz) October 20, 2022
Un mandato fugaz
Asimismo vale la pena mencionar que Liz Truss ha renunciado como primera ministra de Gran Bretaña a 45 días después de su nombramiento. Por ende, se convierte en la mandataria británica con menos tiempo en el cargo.
Anteriormente, el primer ministro más efímero fue George Canning, quien murió en 1827 tras 119 días en el cargo.
Por su parte la primera ministra ha sido blanco de severas críticas tras su anuncio de recortes de impuestos no financiados. Como consecuencia eso ha generado desconfianza en los mercados y en la ciudadanía, mientras su popularidad ha caído hasta los niveles de aprobación más bajos de la historia del país.
Recordemos que la sucesora de Boris Johnson llegó a Downing Street el 6 de septiembre de este año luego del escándalo por el Partygate.
También, en su agenda de gobierno tenía la promesa de reducir impuestos y empujar el crecimiento económico de Gran Bretaña. Sin embargo, el país está en medio de una escalada inflacionaria que ha elevado las facturas que pagan los consumidores a niveles históricamente altos.