El desplome del puente más importante de Baltimore, el Francis Scott Key, tras ser golpeado en uno de sus pilares por un carguero con bandera de Singapur, ha dejado en evidencia la grave situación de mantenimiento de las infraestructuras de Estados Unidos (EEUU). El Francis Scott Key, la última vez que fue inspeccionado, fue en 2021 y recibió la nota de un aprobado raspado.
La American Society of Civil Engineers dice que el 42% de los más de 600.000 puentes que hay en EEUU tienen, por lo menos, medio siglo de antigüedad. Al ritmo al que se mantienen y reparan, el país acabaría de aplicar los arreglos necesarios en 2071. La inversión total requerida para renovar las infraestructuras sumaría 2,59 billones de dólares en los próximos 10 años.
La situación dista mucho, por ejemplo, de China donde sus infraestructuras son nuevas o recientes, incluso con Europa. Un estudio del think tank conservador American Enterprise Institute recogía que, según datos recopilados entre 2004 y 2012, un viajero de tren estadounidense tiene 58 veces más posibilidades de salir herido que un viajero de tren francés.
La situación todavía es más grave en el transporte de mercancías. En el pasado se han registrado varios descarrilamientos de trenes en EEUU y, en algunos casos, esto ocurrió mientras trasladaban sustancias químicas tóxicas.
Uno de los más importantes fue el 3 de febrero, cuando un tren de carga operado por la compañía ferroviaria Norfolk Southern se descarriló en East Palestine, en el estado de Ohio.
De los 150 vagones, al menos 50 se salieron de las vías y algunos trasladaban cloruro de vinilo, un gas sin color que es altamente inflamable y considerado un potente cancerígeno.
El 30 de marzo un tren se salió de las vías mientras transportaba etanol y jarabe de maíz en Minnesota. El descarrilamiento provocó el incendio tóxico de ocho vagones que obligó a desalojar en mitad de la noche a los vecinos de la localidad de Raymond.
Hay que tener en cuenta que, en Estados Unidos, las carreteras, puentes o puertos, viven parcialmente de las rentas de las administraciones de Franklin D. Roosevelt y Dwight Eisenhower, que levantaron las infraestructuras de ese país.
Solo el Gobierno de Roosevelt, en plena Gran Depresión, construyó un millón de kilómetros de carreteras, 78.000 puentes y 125.000 edificios públicos y militares. Pero Roosevelt fue elegido hace 92 años, y muchas de estas obras públicas siguen operativas a día de hoy, más allá de la vida útil que le habían estimado los ingenieros y arquitectos de la época.
En cuanto a la red de autopistas interestatales, data de la década de Eisenhower, los años 50. Y la Ley de Aguas Limpias, que regula los ríos y otras vías de agua, se remonta al presidente Richard Nixon.
Un estudio de 2023 del Council of Foreign Relations revela que “la robusta inversión en infraestructuras en el siglo XX puso los cimientos del fuerte crecimiento de la nación después de la Segunda Guerra Mundial”. Sin embargo, la mala situación de esa infraestructura tantos años después, “puede imponer grandes costes a la economía de EEUU. Además de la amenaza para la seguridad humana de fallos catastróficos como el derrumbamiento de un puente o la ruptura de una presa, el mantenimiento inadecuado de carreteras, trenes y vías de agua cuesta miles de millones en productividad económica perdida“.
Informes de 2018 y 2019 estiman que la congestión del tráfico cuesta a Estados Unidos 87.000 millones de dólares anuales y los retrasos en los vuelos, 33.000 millones.
De nuevo se vuelve a comprobar que la única infraestructura de Estados Unidos que destaca sobre el resto del mundo es la de la industria de armamento. Algo que de poco les sirve a los ciudadanos de ese país para mejorar su vida, visto los datos de violencia, quizá solo para acortarla.
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