Hoy se cumple año y medio desde que el periodista español Pablo González fuera encarcelado en Polonia el 28 de febrero de 2021.
González fue detenido por agentes de la Agencia de Seguridad Interior (ABW) en la localidad de Przemyśl, en la frontera polaca con Ucrania, cuando se encontraba cubriendo para diversos medios españoles la crisis humanitaria derivada de la invasión rusa.
Las autoridades polacas acusaron entonces al periodista de espiar para Rusia. Cuando fue detenido se le decretaron tres meses de prisión provisional y desde entonces su permanencia en la cárcel se ha prolongado hasta en cinco ocasiones. Una decisión judicial que se ha venido repitiendo sin ofrecer información o detalles nuevos sobre el caso, ni dar a conocer los hechos que se le imputan, sólo el cargo del que se le acusa: espionaje.
Incomunicado en una celda de cinco metros
Desde entonces, pasa 23 horas diarias en una celda de cinco metros cuadrados junto a otro preso. No se le permite la comunicación telefónica con ninguno de sus tres hijos, lo que ya está causando daños psicológicos en el hijo menor, de 11 años. Su esposa apenas le ha podido visitar tres veces y las cartas, cuando le llegan, son censuradas meses después de su envío.
Su abogado español, Gonzalo Boyé, pasó casi un año sin poder hacerse cargo de la defensa, por impedimentos burocráticos polacos y ni él ni los abogados polacos han tenido hasta hoy acceso a la causa judicial.
Esta situación claramente viola la Convención de Derechos Humanos, las leyes y normas de la Unión Europea a las que debe atenerse Polonia por ser un país miembro y, por supuesto las leyes españolas. Sin embargo no parece que le preocupe a ningún cargo gubernamental español ni, por supuesto, polaco.
El delito de nacer en Rusia
Una de las pruebas que aducen las autoridades polacas para acusarlo de espía es que tiene dos pasaportes, uno ruso a nombre de Pavel y otro español a nombre de Pablo. Pablo González nació en Moscú, es nieto de un niño español evacuado de la Guerra Civil, los llamados “niños de la guerra”, que fueron enviados a la Unión Soviética para escapar de la represión que se anunciaba tras la ya inevitable victoria del bando franquista.
Su madre se casó con un ciudadano ruso, el padre de Pablo, pero cuando el niño tenía 8 años, se divorció y ella se vino con él a España. Por ello tiene las dos nacionalidades y, por tanto, dos pasaportes.
Lógicamente habla ruso perfectamente desde niño y además es doctor en Filología Eslava. Ha cubierto como periodista conflictos en el espacio postsoviético desde la guerra del Donbass en el 2014, Georgia, Balcanes, etc. Lo que le convertía en el periodista idónea para que varios medios españoles lo enviaran a Ucrania.
Sin apoyo del gobierno español
Familia y amigos denuncian que ni el gobierno español ni las autoridades europeas han exigido las explicaciones oportunas a las autoridades polacas ni que se garanticen los derechos de Pablo González. Por ello, los europarlamentarios de los grupos The Left y The Greens promovieron junto a los familiares de González el pasado mes de julio la jornada Journalism is not a crime! (¡El periodismo no es un crimen!), en Bruselas.
El pasado 25 de agosto, un creado Grupo de Apoyo de Madrid entregó en el Ministerio de Exteriores español un nuevo escrito dirigido al ministro reclamando justicia, al tiempo que instaban al español Gobierno a cumplir con su obligación y defender los derechos del detenido, que, por la situación en que se encuentra, son violados día a día por las autoridades polacas.
Asimismo piden que “se efectúen las gestiones precisas para que Pablo González pueda volver a España en libertad vigilada, en tanto se celebre un juicio justo lo antes posible. Y entre tanto, que deje de estar 23 horas diarias aislado en su celda, sin comunicación familiar, sin derecho pleno de defensa y sin acusación formal”.
En opinión de su Grupo de Apoyo, el gobierno español “no ha actuado hasta ahora en pro del respeto a los derechos de Pablo González” ni se ha dignado a responder a ninguno de sus escritos.
Cuando el periodista es estadounidense detenido por Rusia
Mientras tanto, el pasado 29 de marzo en la ciudad rusa de Ekaterimburgo fue detenido el periodista estadounidense Evan Gershkovich, corresponsal del Wall Street Journal en Rusia. Se le acusa de espiar para el gobierno estadounidense y, según el comunicado del Kremlin, cuando fue detenido le pillaron en el complejo militar industrial Uralvagonzavod dedicado a la producción intensiva de tanques, donde decía que estaba preparando un reportaje.
Las condiciones de su encarcelamiento son aceptables, pudo entrevistarse con sus abogados poco después de su detención y está en una celda con televisión, radio y un refrigerador. Claro está, cuenta con el apoyo de las autoridades de su país y de los países de la OTAN que se han apresurado a pedir su liberación, desde el Secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, al jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell. “Los periodistas deben poder ejercer su profesión libremente y se les debe proteger”, dijo Josep Borrell tras condenar lo que califica de grave ataque a la libertad de prensa.
Encarcelado por “los nuestros”
Nada de esta indignación y preocupación por la libertad de prensa les ha surgido tras la detención de Pablo González. A él lo han encarcelado “los nuestros”.
Nos podríamos imaginar cómo estarían las autoridades españolas y europeas si a Pablo González lo hubieran encarcelado en Rusia.