El Orden Mundial vigente personificado en los gobiernos de la Unión Europea y EEUU atraviesa fuertes turbulencias que subscriben la transición de la unipolaridad a la multipolaridad. Este proceso de cambio irrumpe con fuerza disolviendo viejos equilibrios, independiente de los deseos y caprichos de quienes asumen la hegemonía actualmente. Además prefigura nuevos puntos de encuentro donde se garantice la convivencia entre los diversos actores que participan en la dinámica del sistema mundial; sobre la base de nuevos principios generales, donde el respeto a la soberanía, la autodeterminación de los pueblos a decidir su futuro serán pilares centrales.
Recientemente, reunida en la ciudad de Madrid, la Organización del tratado del Atlántico Norte -OTAN-, ha trasmitido a la comunidad internacional el apoyo incondicional –dinero y armas sofisticadas– por el tiempo que sea necesario a Ucrania. De igual forma, aprobaron el Nuevo Concepto Estratégico de la OTAN para los próximos diez años, anunciando que Rusia y China son países enemigos del actual –exánime–Orden Mundial.
En virtud de ello, podría pensarse que el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania será de largo plazo. Esto genera y potencia efectos colaterales –en una economía mundial signada por profundos desequilibrios económicos, políticos y sociales– que distorsionan el comercio internacional y la actividad económica en su conjunto, con especial atención en los mercados energéticos y de alimentos. En este sentido, se pronostica subidas de precio hasta finales del año 2024. De modo que el petróleo, gasolina, gas, fertilizante, trigo, entre otros, registrarán precios volátiles.
Por su parte, mientras las viejas estructuras de poder se resisten, y hacen cumbres para señalar y agredir, las economías emergentes empujan con fuerza hacia la consolidación del Nuevo Orden Mundial. China y Rusia plantean cambios significativos en el sistema financiero internacional, con el objetivo de visibilizar otras monedas y crear instituciones financieras al servicio de las economías invisibilizadas por la banca tradicional, de igual forma, expresan su apoyo a la incorporación de Argentina e Irán al grupo de países BRICS, que ya representa 43% de la población mundial y 25% del PIB mundial.
En este contexto, de estructuras vetustas y resistentes a fenecer las economías emergentes a pasos agigantados apalancan el nuevo orden donde la diplomacia y las relaciones internacionales deben estar a la altura del momento histórico que estamos viviendo.
La tarea que nos ocupa en lo inmediato, consiste en fortalecer los mecanismos existentes para la cooperación bilateral y multilateral, a la par de impulsar nuevos esquemas de integración económica que favorezcan la interrelación entre los diversos países progresistas, consolidando un bloque regional con suficiente capacidad de negociar frente a los actores del nuevo orden mundial, al tiempo que cristalice en bienestar y calidad de vida para nuestros pueblos.
