«Earle Herrera, no tengo ninguna duda en considerar, es el Andrés Eloy Blanco de este tiempo». Así lo consideró el presidente de la Asamblea Nacional (AN), Jorge Rodríguez, durante su intervención en el acto solemne de capilla ardiente en honor al periodista y diputado venezolano Earle Herrera.
«Estamos consternados y rabiosos, tratando de apelar a tu sonrisa perenne, a tu frase relampagueante, a tu abrazo y a tu voz ronca saludándonos: ‘¿Qué hubo, poeta?'», dijo al inicio.
Rodríguez hizo un pasaje por los tiempos universitarios en los que conoció a Herrera, cuando él era un estudiante de Medicina en la UCV. Por ejemplo, recordó que Earle estuvo en el Aula Magna el 26 de julio de 1976, en la despedida a su padre Jorge Rodríguez, asesinado en la IV República. También dijo que le decía en cada encuentro: «Neruda siempre».
Asimismo, le definió como «un gran poeta, un hombre de la palabra prístina, de la crónica permanente, de lo cotidiano, de lo pequeño. Los grandes eventos eran descritos por Earle desde la mirada mínima, desde el humor y sobre todo desde la ternura».
«Gran cuentista, poeta, ensayista, cronista, orador, de nuestros mejores diputados. De aquellos que se podían levantar y lanzar un encendido discurso y al mismo tiempo recurrir al humor pero sobre todo recurrir a la defensa de nuestra Patria. Pocos defendieron el derecho sobre el Esequibo como Earle Herrera«, siguió para destacar lo multifacético y prolijo que fue.
El diputado consideró que Earle se fue demasiado pronto, «porque cada mañana había una crónica de Earle Herrera para ser leída (…) Hasta el pasado miércoles, estuvo Earle Herrera defendiendo la última ley que presentó, que fue la de cooperación cultural entre Kuwait y Venezuela».
Es así como Rodríguez deseó que «ojalá pudiera aparecer nuevamente tu sonrisa, la mirada que buscaba cada martes (en las sesiones ordinarias del parlamento que preside). Ojalá me acompañara hoy su alegría de siempre para despedirlo con alegría. No puedo, me embarga la tristeza».
Para finalizar, leyó el poema La gran alegría del canto XV del Canto General de Pablo Neruda. «Es la vida con sus ciclos y ritmos de permanente sincronización», cerró.
