En el punto más álgido del período de Guerra Fría, mi generación, al igual que casi todos los jóvenes del mundo de entonces, crecimos con el referente cultural de que los rusos, en general, eran los malos de la película.
Para estigmatizar al antagonista, el vehículo seleccionado fue nada más y nada menos que Silvester Stallone. Muy probablemente el actor más taquillero del cine de acción de su tiempo, quien ya consagrado como una gran estrella de Hollywood en la cuarta saga su “obra maestra” Rocky, ofrecería una versión bastante peyorativa del gentilicio ruso.
Igualmente, la cinta abunda en llamados explícitos de la eterna lucha entre bien y el mal, donde ¡oh! Sorpresa el bien está encarnado por EEUU y el mal absoluto por Rusia, o más bien la URSS. También en una saga, pero de otro de los filmes más populares de Stallone (Rambo III), le dedican una representación bastante negativa a las fuerzas armadas soviéticas.
Rusofobia
Y estos son solo algunos de los ejemplos más emblemáticos. Lo cierto es que a lo largo del período de Guerra Fría el Sambenito de la inquisición en la mega industria del entretenimiento, era casi con carácter de exclusividad para los ciudadanos soviéticos. Desde las series de humor, como el Súper agente 86, hasta las películas ya mencionadas, las referencias a los rusos eran siempre despectivas o denigrantes. Se retrataban como tipos fríos, brutos, torpes, aburridos y sin escrúpulos. Eran los orígenes de la rusofobia moderna y el fake.
Luego, con la caída del Muro de Berlín vinieron las tesis delirantes del Fin de la historia. Entonces, el fantasma del comunismo daría paso a dos nuevas amenazas. Se trataba como explica el historiador, Vladimir Acosta, de hallar urgentemente nuevos justificativos, para las prácticas y prédicas imperialistas. Nacen así otros dos nuevos fantasmas: el narcotráfico y el terrorismo.
Desmembrada y derrotada la extinta URSS, la mediática internacional dejó un poco tranquilo a los pueblos eslavos. Ahora los nuevos amenazados eran los árabes, latinos y africanos. Sin embargo, la rusofobia y el fake siempre estaban latentes.
Nunca visto
Pero nunca como ahora habíamos visto expandirse una ola tan vehemente y generalizada de rusofobia y fake. A propósito de la guerra entre Rusia y Ucrania, la mediática internacional ha puesto toda la carne en el asador, para presentar y representar al pueblo ruso y sus fuerzas armadas como la expresión viva del Anticristo.
Da lo mismo que usted sintonice la BBC, RTVE, CNN, la RAI o DW, entre otros, en cualquiera de estos canales internacionales y a cualquier hora, el contenido es uniforme contra Rusia. Y como bien se sabe este enfoque baja en cascada a todos los medios, noticieros, emisoras e informativos del Sur.
En el aspecto de la forma, los contenidos de cobertura de la guerra, apelan a un tono mayormente emocional, que raya en lo sensiblero. Luego si analizamos la estructura, nos damos cuenta que se repiten hasta el cansancio, imágenes y frases hechas. Y, por supuesto se ocultan o invisibilizan las causas reales y los antecedentes del conflicto.
Alcance total
La embestida ha sido prácticamente omniabarcante. Ya que a toda hora y en todos los medios y redes sociales el trending topic, es el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania. En cuanto a los entrevistados y “análisis”, entran en escena también las mismas caras con el mismo mensaje clave. “Rusia viola los derechos humanos”; “la democracia y la libertad están en peligro”. Occidente debe parar este atropello.
Como ha señalado el periodista e investigador C.J Polychroniou el estímulo a esta escalada de rusofobia ha provenido de diversos flancos.
“Los gobiernos occidentales, los grandes partidos de oposición, incluido el Partido Laborista del Reino Unido, y los grandes medios se han embarcado al unísono en una campaña chovinista antirrusa. Las sanciones no solo afectan a los oligarcas rusos, sino también a músicos, directores de orquesta y cantantes, e incluso a propietarios de clubes de fútbol como Roman Abramovich, el amo del Chelsea FC. Rusia ha sido vetada incluso del festival de Eurovisión 2022 a raíz de la invasión”.
Otras armas
Pero esto se inscribe dentro del formato más bien convencional. Es decir todos esos medios hablan de Rusia y en todo momento lo hacen en términos peyorativos. No obstante, el ingrediente adicional ya puesto a prueba con otros conflictos es el fake deliberado.
Así, como apunta el sagaz periodista venezolano, Clodovaldo Hernández: “La maquinaria mediática global del capitalismo occidental manipula información, usa noticias falsas, emplea fotos y videos trucados, todo ello para generar una visión totalmente favorable a la OTAN, y satanizar a Rusia y en particular a Vladímir Putin”.
El despliegue ha sido tan intenso, que hasta imágenes de un vídeo-juego se han hecho pasar como supuestas tomas de las confrontaciones. Nuevamente, estamos frente a las paradojas de la revolución tecnológica: por un lado se eliminan las barreras geográfico-temporales y se potencia la instantaneidad; y por otro las pinceladas de esta realidad aumentada, abren tantas posibilidades que comienzan a relativizar hasta la propia noción de la realidad real, si cabe el redundante término. Algunos le llaman realidad aumentada o inmersiva, pero lo cierto es que es muy fácil y convincente poner a rodar mentiras por todos los rincones del planeta.
Vieja censura
Pero si bien la narrativa oficial se ha centrado en una romantización de la guerra, y se han desplegado a fondo las fábricas de fake, eso no ha sido lo único. También hemos visto como las nuevas plataformas (YouTube, Twitter, Facebook, etc.) tienen de nuevo carta libre para vetar, censurar y desaparecer a quien se les antoje.
Con asombro hemos visto como han censurado a cadenas de noticias como RT y Sputnik. Y han llegado al extremo de “marcar” otros medios y comunicadores, con la odiosa etiqueta de emisores pro gobierno ruso.
Lamentablemente, la historia vuelve a confirmar el viejo axioma de que en una guerra la primera víctima es la verdad. También sale a flote la doble moral del sistema informativo mundial. Y es que en la prensa internacional no se dice una palabra de las masacres en Yemen, Libia, Irak, Siria y Afganistán, entre otras. Eso por hablar del tiempo más reciente.
Tampoco se hizo ninguna alharaca con el desmembramiento de Yugoslavia y los bombardeos a Serbia, para poner fin a la guerra de Kosovo por allá a fines de los 90. Ante los intentos de romantización de la guerra, rusofobia y fake news, conviene ser escépticos y desconfiados.