Bajo la narrativa oficial de lo que se conoce como establishment mundial, las mal llamadas “sanciones” económicas forman parte de un repertorio de medidas para disciplinar a Estados díscolos. Representan también la metodología opresora, más utilizada por EEUU tras el fin de la Guerra Fría, a pesar de que su utilización se ha convertido en un letal abuso de autoridad.
Estas “sanciones” pueden ser políticas, militares, diplomáticas, económicas y morales. Y su aplicación puede darse de forma unilateral o multilateral. En el concierto internacional, de la etapa post-URSS, adquirieron cierta popularidad, porque no implicaban una agresión tan directa como la de las clásicas invasiones armadas.
Sin embargo, eufemismos aparte, las mal llamadas sanciones son en realidad formas encubiertas de coerción de países poderosos, contra aquellos menos fuertes. También, está ampliamente comprobado que sus consecuencias, indistintamente de dónde se apliquen, tienen un efecto letal sobre la población civil, en especial mujeres, ancianos y niños.
Relaciones de poder
Igualmente, la historia reciente ha demostrado que el grueso las sanciones se ha convertido en un rasgo distintivo de la desigual relación de poder Norte-Sur. Dos aspectos destacan en este sentido:
- La mayoría de las sanciones son unilaterales. Es decir, las aplica la élite que gobierna EEUU a su real saber y entender. De hecho, para 1998 se tenía registro de sanciones a 75 países y a más de 335 empresas alrededor del mundo.
- En 2000, cuando se esperaba que se aplicaran sanciones contra Austria, por el ascenso de Jörd Hayder (líder del nacionalsocialismo, acosador de eslovenos), las medidas punitivas no pasaron del plano moral. La razón: no se quería que sanciones más intensas afectaran económicamente a la Unión Europea.
Como se ve las sanciones terminan siendo una suerte de ácido corrosivo de EEUU, que se aplica a discreción en naciones del llamado Tercer Mundo, aun en medio de la pandemia por covid-19. En las últimas décadas, poblaciones enteras de África, América Latina y el Caribe, Asia y el Este de Europa han padecido en carne viva esta peculiar forma de “disciplinar” países.
Violación masiva
Un documento conocido como el informe Bossuyt concluye que lejos de producir efectos positivos las sanciones terminan siendo letales. Esto porque afectan a inocentes, especialmente los sectores más vulnerables de la población, como mujeres y niños. Y también, agravan los desequilibrios en la distribución del ingreso.
Por otro lado, está ampliamente documentado que las sanciones económicas producen violaciones masivas a los derechos humanos. Fundamentalmente, porque trastocan los sistemas de alimentación, salud y educación. Y además tienen efectos devastadores sobre los servicios básicos, como agua y electricidad, entre otros.
Cataclismo económico
Y es que el efecto tan letal de las sanciones deriva de su impacto tan negativo en el ámbito económico. En el Irak de fines de los años 90 la primera tanda de sanciones económicas, provocó un aumento de la mortalidad infantil, declive de la esperanza de vida, falta de servicios médicos básicos y agua potable. También generó migraciones masivas de la clase media.
Una historia, lamentablemente, conocida también en Cuba. En la mayor de las Antillas el bloqueo criminal ha provocado pérdidas económicas estimadas en más de 144 mil millones de dólares. Además, durante el Período Especial (años 90) la población estuvo sometida a rigores extremos.
Y, más recientemente, le ha tocado el turno a Venezuela. Contra nuestro país se han aplicado de forma unilateral más de 502 sanciones económicas y se han afectado a 146 empresas. Estas medidas restrictivas, punitivas y coercitivas, han afectado principalmente los sectores de petróleo, economía y finanzas públicas y gobierno, entre otros.
Saña contra Venezuela
Con esta especie de tenaza financiera se logró descalabrar la producción petrolera y el ingreso nacional en divisas. Las pérdidas económicas para nuestro país se cifran en US$ 350 mil millones, de acuerdo con el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG).
Una suma sencillamente astronómica, que explica la pérdida de poder adquisitivo de nuestro signo monetario; los elevados niveles de hiperinflación (esta ya superada) y los períodos de fuerte escasez de bienes y servicios. En definitiva, una política desastrosa, que se ha traducido en pérdidas de miles de vidas humanas.
Los investigadores, Mark Weisbrot y Jeffrey Sachs, estiman que en Venezuela se produjeron 40 mil muertes, entre 2017 y 2018, como consecuencia del bloqueo. Y al menos 300 mil personas estuvieron en riesgo, por la falta de acceso a tratamientos y medicamentos. Asimismo, la importación de alimentos decreció de US$ 11.200 millones (2013) a sólo US$ 2.046 millones (2018).
¿Qué pasaría si …?
Como se dijo al inicio de esta investigación, las mal llamadas sanciones representan un rasgo característico de las desiguales relaciones de poder Norte-Sur. Es un ácido que sólo se aplica a países subdesarrollados, por lo general ávidos de independencia política y soberanía económica.
Sin embargo, el equipo audiovisual de Venezuela News realizó un interesante ejercicio comparativo, acerca de las hipotéticas consecuencias que tendría si EEUU aplicara un bloqueo con sanciones como las impuestas a Venezuela, Cuba o Irán, en naciones pro sistema como España, Inglaterra o Colombia.
Las consecuencias serían devastadoras. En el caso de España, que vive fundamentalmente del turismo, su exclusión del sistema financiero internacional tendría un efecto catastrófico. Así se provocaría una caída del PIB de 68%. En pocas palabras, la economía ibérica sencillamente colapsaría, en cuestión de semanas.
Por su parte, Inglaterra que además del turismo, depende de la banca y el sector financiero, vería mermar su PIB en casi 86%. Esto provocaría un quiebre inmediato del aparato productivo británico. Se vería seriamente afectada la distribución de gas doméstico, lesionando la capacidad productiva inglesa en 64%.
Chantaje mundial
En el caso de Colombia que depende del agro y el sector energético, una tanda de sanciones letales, como la aplicada en Venezuela haría “chillar” esa economía con un descenso del 79% de su PIB. En lo social se desbordaría la protesta popular.
No hay duda de que el sistema de sanciones constituye un letal abuso de autoridad. Es una macabra metodología, que no hace sino ahondar las brechas de un mundo sumamente desigual.
Como atinadamente ha advertido el presidente venezolano, Nicolás Maduro:
“La principal forma de guerra que hay en el mundo no es la militar. Quiero decirlo en relación al conflicto de Ucrania. La principal guerra del imperialismo es económica, financiera, comercial. Es el uso indiscriminado e ilegal de la ventaja del dólar en el sistema financiero por Estados Unidos y Europa para hacerle daño a los países mundo, para chantajear al mundo”.