Este domingo 7 de agosto de 2022 será sin duda una fecha histórica para Colombia. En 200 años de vida republicana, será la primera vez que un político de centro-izquierda asuma las riendas del Palacio de Nariño. Le corresponderá al máximo líder del Pacto Histórico, Gustavo Petro, el tremendo desafío de hacer buena su palabra como candidato presidencial.
Si cumple a cabalidad puede desatar la furia de poderosas fuerzas (internas y externas); pero si no cumple la presión contenida del descontento social podrá tornar ingobernable a la nación, nuevamente. Evocando la novela histórica del célebre escritor colombiano, Gabriel García Márquez, cualquiera pudiera pensar que Petro está en su propio laberinto.
Justicia social y paz
Ahora como presidente, Petro tiene la tremenda responsabilidad de actuar en correspondencia con los tres grandes ejes de su propuesta gubernamental: justicia social, justicia ambiental y paz. De alguna forma, su presidencia también guarda cierto parecido con lo que en su momento llegó a encarnar el mandatario afronorteamericano, Barack Obama. Ambos llegaron al poder tras un marcado desgaste de las fuerzas políticas tradicionales en sus países. Y ambos han sido la esperanza de millones de personas históricamente relegadas, por su color de piel o condición socioeconómica, en sus respectivas naciones.
Se sabe que Obama terminó siendo una gran decepción. Al final para mantenerse en el poder tuvo que renunciar a cualquier atisbo de cambio estructural y se plegó por completo a los poderes fácticos del sistema mundial. Obviamente, en una escala diferente, Petro tiene sobre sus hombros la tremenda responsabilidad de concretar una transformación positiva para los “nadie” de Colombia, precisamente donde reside su mayor base de apoyo electoral. No obstante, si correrá la misma suerte que Obama (ser una gran decepción) es aún una incógnita. Evitarlo dependerá en buena medida de su gestión y el compromiso de su más cercano equipo de colaboradores.
Como acertadamente comenta la periodista y analista colombiana, Paola Fernández, «el nuevo gobierno se ha convertido en el sueño de afros, indígenas, campesinos, feministas, el proletariado y estudiantado, y todos aquellos que han hecho parte de la lucha popular». Un compromiso nada fácil en un país fracturado socialmente, tras décadas de violencia, narcotráfico y corrupción administrativa.
Tinieblas al acecho
Y, al parecer, Petro tiene plena conciencia de ello. Sabe que si no quiere correr la misma suerte de Obama, en términos de traición a los propios ideales, debe actuar con celeridad y astucia. «Si fracaso, las tinieblas arrasarán con todo«, ha asegurado el nuevo presidente en una de sus primeras entrevistas para un medio internacional. Tras la euforia del triunfo, Petro confesó que al cobrar plena conciencia de lo ocurrido, cayó en una especie de “sopor” que le duró dos días. Una sensación que comparó con un edificio que se le venía encima.
Ciertamente, la tarea que tiene por delante es más que retadora. Recibe un país donde 40% de la población vive en condiciones de pobreza y entre 20 y 25% de la gente pasa hambre. Además, por si fuera poco, en las primeras de cambio la presión de factores económicos no se ha hecho esperar. Tras concretarse su triunfo electoral el peso colombiano ha registrado una tendencia alcista, experimentando una devaluación cercana al 5%.
La fórmula compuesta por Petro y su vicepresidenta, Francia Márquez, (primera mujer afrodescendiente en alcanzar tan alta investidura), tiene que lidiar con los miedos atávicos de un sector que piensa que la justicia social es sinónimo de acabar con la libre empresa y el capitalismo. Miedos que, como es común en la región, no paran de ser atizados en la “hoguera de las vanidades” mediáticas, a base de medias verdades y falsedades a granel. De ahí las fluctuaciones al alza de la paridad cambiaria y también toda serie de rumores acerca de los efectos negativos de una reforma tributaria para pechar con más tributos a la clase aristocrática.
Presupuesto mermado
Todo en un contexto por demás turbulento donde, como señala la periodista Fernández, existen expectativas de que siga aumentado el precio del combustible (gracias a la maniobra del presidente saliente Iván Duque para suprimir el subsidio a la gasolina). Asimismo, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), hay perspectivas de que la pobreza en Colombia siga aumentado. Y la inflación que deja Duque al parecer también seguirá en ascenso. Algo que, para variar, terminará afectando a los más desfavorecidos, porque impacta directamente los alimentos y servicios de la canasta familiar.
No menos grave es que a causa de la obscena corrupción del régimen saliente, el presupuesto nacional se verá seriamente mermado, para atender iniciativas de corte social. Precisamente, uno de los ítems de mayor importancia en la ruta de acción trazada por Petro.
«Todos estos problemas quedaron evidenciados en el informe del empalme entre el gobierno que sale y el que entra. Según los delegados de Petro, el gobierno de Duque raspó la olla del erario público y dejó desfinanciados programas sociales tan importantes como Ingreso Solidario». Una iniciativa que, como explica la periodista y politóloga colombiana Olga Behar, actualmente beneficia a cuatro millones de ciudadanos en situación de pobreza extrema. Estas personas están en riesgo de dejar de recibir un subsidio cada dos meses equivalente a unos 90 dólares por hogar.
«Así, aunque las intenciones sean las mejores, será muy difícil tratar de trabajar con el cambio social prometido sin los recursos necesarios para desarrollar los programas”, advierte Behar.
Nuevas fuentes de ingreso
La estrategia de Petro para encarar ese déficit está en la temida reforma tributaria. El mandatario confía en que no habrá mayores inconvenientes, porque de lo que se trata es de hacer más progresiva la base tributaria. Es decir, lograr que pague efectivamente más, quien más tiene. Y no como sucede actualmente, que pagan más las personas de la clase media profesional.
Igualmente, Petro confía en un “capitalismo democrático”. En tal sentido, espera que la oligarquía colombiana comprenda que la paz social es vital, para el normal desenvolvimiento de la actividad económica. El futuro mandatario se la juega con el nombramiento de un economista como José Antonio Ocampo al frente del ministerio de Hacienda. Se trata de un profesional de aquilatada trayectoria, influenciado por corrientes como el neoestructuralismo cepalino y la escuela poskeynesiana. Para decirlo en términos llanos, un personaje pragmático que confía plenamente en la libre iniciativa, en paralelo a un Estado fuerte y con capacidad de establecer regulaciones.
Su ministro Ocampo ha dado un mensaje claro que intenta ser tranquilizante. “Para crecer tenemos que trabajar mano a mano con las personas de altos ingresos, con los más ricos”. La propuesta en lo teórico, suena bastante racional y hasta fácilmente comprensible. Basta ver cómo lo toman las oligarquías. Y si de verdad están dispuestas a sacrificar parte de su jugoso ingreso, en aras de la paz social. Ojalá que sí, pero lamentablemente siglos de dolorosas confrontaciones no dejan mucho terreno al optimismo.
De ahí que Petro haya insistido en que una de las primeras medidas a impulsar en su primer año de gobierno sea la reforma tributaria. “Las reformas se hacen el primer año o no se hacen”, sentencia. El dirigente sabe que debe andar rápido con este tema candente.
Paz esquiva
Otra papa caliente en la agenda de prioridades de Petro es sin duda el tema de la paz, tan esquiva a Colombia y tan anhelada por su pueblo. El nuevo presidente ha señalado que seguirá las pautas del informe final Hay futuro si hay verdad, presentado por la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad. Esto puede generar fricciones, puesto que el documento, como advierte Behar ha sido duramente criticado por la derecha colombiana.
En este camino, serán cruciales las gestiones para retomar las negociaciones con las disidencias Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), congeladas durante cuatro años por su antecesor Iván Duque.
Además, existe expectativa por ver cómo se concreta la posible transferencia de la Policía desde el Ministerio de Defensa hacia una nueva cartera de Convivencia y Paz. También como señala Fernández, será clave “trabajar en la reforma rural integral y la sustitución concertada de los cultivos de uso ilícito (de los que dependen más de 140 mil familias). El fortalecimiento del sistema integral de verdad, justicia, reparación y no repetición; el desmonte del paramilitarismo uno de los protagonistas de la violencia que está cobrando la vida de los líderes del país y el retorno de los desplazamientos forzados”.
El Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), durante el mandato de Duque, contabilizó 957 líderes sociales y defensores de los derechos humanos asesinados, junto a 261 excombatientes dados de baja. Además, se tuvo conocimiento de 313 masacres que provocaron 1.192 víctimas.
Justicia ecológica
La lucha contra el extractivismo tampoco luce como una tarea fácil. Sin embargo, es uno de los puntos donde Petro ha sido más tajante. «El gran capital que afecte al medio ambiente, como la economía fósil o la extracción de hidrocarburos, no tiene futuro con nosotros. Lo tendrá si se asocia con el campesinado y paga impuestos», asegura el líder del pacto histórico.
Igualmente se planteado acabar definitivamente con la explotación carbonífera por su tremendo daño medioambiental. La lucha contra el extractivismo implicará enfrentarse a grupos económicos poderosos y modificar estructuralmente el patrón de producción en una sociedad que también clama por la reindustrialización.
Tensiones diplomáticas
Si algo quedó lesionado con el gobierno de Iván Duque fueron las relaciones binacionales colombo-venezolanas. Duque no solo reconoció a Juan Guaidó como supuesto presidente del país, sino que prácticamente convirtió su nación en base de operaciones y refugio para el golpismo mercenario contra el jefe de Estado venezolano, Nicolás Maduro.
Duque ofreció logística para la organización de acciones criminales, como la operación Gedeón. El gobierno de Petro debería cortar de cuajo aberraciones de este tipo. Igualmente, se ha anunciado una normalización progresiva de las relaciones binacionales, que debe implicar un mejor trato a los venezolanos que han migrado hacia Colombia.
Poco a poco
«Es un tema complejo que no va a solucionarse de la noche a la mañana con reiniciar las relaciones diplomáticas. En Venezuela hay millones de colombianos que necesitan resolver sus cuestiones consulares, de títulos, papeles. Y aquí hay dos millones de venezolanos con sus propios problemas. Hay que ayudar a los que quieran retornar. Y los venezolanos que se quieran quedar en Colombia, deben gozar de derechos, no simplemente de protección migratoria, sino de derecho a la salud, a la educación, a la atención infantil, a la convalidación de un título… Todo eso hay que establecerlo. Lo mismo pasa con los colombianos que quedaron huérfanos en Venezuela. Hay tal magnitud de problemas acumulados, que el esfuerzo ha de ser muy grande para que las cosas vuelvan a la normalidad», explica.
A la luz de este viraje, está por verse el curso que adoptarán las autoridades norteamericanas, siempre tan acostumbradas a contar con gobiernos genuflexos en Colombia. Esta será otro factor clave para el éxito o fracaso del Pacto Histórico ¿Lo dejarán gobernar los gringos? O le harán la guerra económica, política y diplomática con han hecho con Venezuela. Son solo algunas de las tantas incógnitas que deberá responder Petro en su laberinto.