Hasta el 9 de diciembre la escalada de tensiones entre Guyana y Venezuela por el Esequibo (territorio que está en reclamación) hizo que más de uno pensara que la posibilidad de una confrontación armada entre ambos países podía convertirse en cualquier momento en una trágica realidad.
El presidente de Guyana, Irfaan Alí, mantenía su posición de no dialogar con su par venezolano, Nicolás Maduro, e insistía en la posibilidad de utilizar la fuerza militar de Estados Unidos y Reino Unido en contra de Venezuela. Incluso reveló en una entrevista a un medio internacional que contemplaba la posibilidad de instalar una base militar estadounidense en su territorio.
Venezuela, tras un referéndum consultivo en el que una gran parte de la población apoyó las gestiones de Maduro sobre este asunto, dio un plazo de 3 meses a las compañías que explotan petróleo en el Esequibo para que salieran de ese territorio. El presidente venezolano alertó que las empresas que incumplieran no tendrían contratos con el Estado venezolano y dio la orden a la estatal petrolera de Venezuela (PDVSA) para empezar a licitar bloques petroleros y gasíferos en el Esequibo, tal como lo viene haciendo de forma ilegal Guyana desde el año 2015 cuando la transnacional estadounidense descubrió importantes yacimientos de petróleo en esa zona.
Y, en medio de toda esta tensión, Estados Unidos se dedicó a realizar maniobras militares en Guyana, una acción que se suma a la larga lista de ejercicios armados que Washington ha realizado desde ese país y apuntando a Venezuela desde el año 2016.
Todo esto preocupó y alertó a los países de América Latina y el Caribe. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, dejó claro que «si algo no se quiere en Suramérica es una guerra». El presidente de Colombia, Gustavo Petro, apuntó que «la desgracia más grande» para este continente es que «estallara una guerra entre pueblos» y advirtió que potencias extranjeras buscan «reproducir el conflicto OTAN/Rusia en nuestras propias tierras». Por eso, ambos mandatarios pidieron a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños encaminar este asunto hacia las vías diplomáticas y pacíficas.
Así que el 9 de diciembre, la Celac y el Caricom (Comunidad del Caribe) convocaron una reunión entre los presidentes de Guyana y Venezuela para el 14 de diciembre en San Vicente y las granadinas, país que tiene la presidencia pro tempore de la Celac.
Para Venezuela ya este simple hecho era un triunfo porque el presidente Maduro lleva varios meses pidiéndole a Irfaan Alí reunirse cara a cara y en diversas ocasiones solicitó a los mandatarios del Caricom propiciar este encuentro, invitación que el presidente guyanés rechazó en varias oportunidades. También fue considerado como un primer triunfo porque sería discutido entre hermanos latinoamericanos y caribeños sin la injerencia de potencias extranjeras.
¿Para qué la reunión?
El objetivo principal del encuentro era bajar las tensiones para evitar una confrontación armada que arrastrara a todo el continente, una región que desde 2014 fue declarada zona de paz.
Al encuentro asistieron como facilitadores el primer ministro de San Vicente y las granadinas, Ralph Gonsalves; el primer ministro de Dominica, Roosevelt Skerrit y el consejero especial del presidente Lula, Celso Amorín, y dos representantes del secretario general de la ONU asistieron en calidad de observadores. También participaron el canciller de Colombia, Álvaro Leyva y el viceministro de Relaciones Exteriores de Honduras, Gerardo Torres Zelaya.
La jornada comenzó con dos reuniones por separado. Una con el presidente de Guyana y otra con el de Venezuela. Después llegó el esperado encuentro entre Maduro e Irfaan Alí. Cuentan fuentes allegadas a ambos gobiernos, que al principio el ambiente estaba un poco tenso, pero apenas el presidente Maduro le dijo a Irfaan Alí de forma jocosa «¿no me vas a dar la mano”? y se saludaron, la tensión bajó.
El primero en hablar fue Irfaan Alí. Lo hizo durante casi una hora. El presidente Maduro lo escuchaba atentamente mientras tomaba nota. Irfaan Alí reclamó que Venezuela quería invadir a su país, que ellos tenían derecho a dar concesiones petroleras a cualquier empresa que quisieran y que el asunto debía resolverse en la Corte Internacional de Justicia.
Luego le tocó el turno a Maduro. El presidente le explicó que Venezuela no quiere ni un milímetro del territorio guyanés, que en los planes de Venezuela jamás ha estado violar la soberanía de ese país ni de ningún otro y que el reclamo de Venezuela es por el Esequibo, un territorio al que Venezuela nunca ha renunciado y que está en reclamación con Guyana desde 1966, pero desde aproximadamente 1850 con el Reino Unido cuando los británicos aún no habían cedido la independencia a los guyaneses.
De las varias y abultadas carpetas que puso Maduro sobre la mesa, el presidente venezolano fue sacando uno a uno todos los documentos y mapas que constatan que el Esequibo legal e históricamente le ha pertenecido a Venezuela. Explicó ante los presentes que el Laudo Arbitral de 1899, que hoy Guyana, EEUU y Reino Unido tratan de revivir para decir que el Esequibo es de Guyana y que la Exxon explota de forma legal ese territorio, es fruto de una componenda judicial entre EEUU y Reino Unido que se dio en 1899 en París y con la que pretendieron despojar a Venezuela de ese rico e inmenso territorio de casi 160 milkm2.
Además, Maduro leyó punto por punto lo que establece el Acuerdo de Ginebra de 1966, el único mecanismo legal vigente dentro del derecho internacional para resolver esta controversia. También detalló los daños medioambientales, el ecocidio que podría provocar la ExxonMobil a todos los países del Caribe con la perforación en aguas afuera en un mar, que por cierto, aún está por delimitar con Venezuela.
El presidente venezolano también explicó que es absurdo plantear que el caso se deba resolver en la Corte Internacional de Justicia porque Venezuela no reconoce la jurisdicción de esa corte, no de ahora, sino desde siempre, desde que se creó en 1945. Maduro recordó a los presentes que, así como Venezuela no reconoce a la CIJ tampoco lo hace Brasil, Guyana, EEUU. Son 119 países del mundo, 61% de los países miembros de la ONU, los que no reconocen la jurisdicción obligatoria de la CIJ. Entonces ¿por qué obligar a Venezuela a romper una doctrina histórica de su país si ninguno de los que le solicitan eso reconocen a esa corte?
Por último, Maduro también alertó a Irfaan Alí que cederle espacio al Comando Sur, como lo han venido haciendo los dos últimos gobiernos de Guyana desde 2016, es «abrirle la puerta al diablo».
El encuentro sirvió para que los países de América Latina y el Caribe pudieran conocer más de cerca y a detalle la postura de Venezuela, tan tergiversada y demonizada por corporaciones mediáticas y voceros de gobiernos hostiles contra el país bolivariano. También para que todos concluyeran que el Acuerdo de Ginebra de 1966 no se ha agotado y sigue siendo la vía para resolver esta controversia.
El diálogo paralelo
Mientras ellos conversaban a puertas cerradas, los periodistas esperábamos con mucha angustia y expectativa lo que podría salir de esa reunión. Aunque estuvimos casi 12 horas compartiendo el mismo lugar con periodistas guyaneses no cruzamos una sola palabra con ellos, sino casi hasta el final de la cobertura. Fue tanta la tensión de las últimas semanas que nos veíamos con recelo. Pero la espera se tornó tan larga que en un momento decidimos romper el hielo.
-¿Cómo ven ustedes todo esto desde Guyana?, le pregunté a Ruel Johnson, escritor y periodista guyanés.
-«Con miedo» me respondió. «Con miedo a que Venezuela nos agreda»
-Pero no los vamos a agredir. Jamás se ha planteado eso, le refuté.
-«Entonces, ¿por qué no aceptan ir a la Corte Internacional de Justicia», me replica Ruel.
Y sale otro periodista guyanés por atrás y dice «porque tienen miedo».
-Y yo le digo: ¿acaso a ustedes les han explicado que Venezuela nunca ha reconocido a esa corte y que tampoco ustedes la reconocen?
Ruel y el otro periodista guyanés se quedan callados.
-¿Y no les han explicado el contrato de la Exxon que es totalmente desfavorecedor para ustedes y que solo les dan 2% de regalías?, le agrego.
-«No. La Exxon es una oportunidad para nosotros», me insiste Ruel.
Y así seguimos debatiendo hasta que él me pregunta ¿y si no es la CIJ entonces cuál es la solución?
-Y yo le digo: el Acuerdo de Ginebra, dialogar y dialogar hasta que lleguemos a una solución favorable para los dos.
-¿Ustedes quieren paz?, le pregunto. Ruel me responde sin titubeos «claro».
-Nosotros también, le digo. Entonces dialoguemos.
Y allí Jessica Sosa, reconocida periodista venezolana que viene del barrio San Agustín, conocido por ser la cuna de la salsa en Venezuela, entra de lleno en la conversación y le dice: «entonces resolvamos esto bailando». Y allí nos entró la risa, nos dimos la mano y justo empezaron a salir Celso Amorín, Ralph Goncalves y los demás delegados para leer la declaración final del encuentro.
Leyeron un documento de once puntos que establece, entre otras cosas que:
- Guyana y Venezuela acuerdan que no se amenazarán, ni directa ni indirectamente, ni utilizarán la fuerza en ninguna circunstancia.
- Que cualquier controversia entre los dos Estados se resolverá de conformidad con el derecho internacional y el Acuerdo de Ginebra de 1966.
- Que se comprometen a la búsqueda de la buena vecindad, la convivencia pacífica y la unidad de América Latina y el Caribe.
- Que acuerdan continuar el diálogo sobre cualquier asunto pendiente de importancia mutua para los dos países.
- Que ambas partes se abstienen, ya sea de palabra o de hecho, intensificar el conflicto y que cooperarán para evitar incidentes que conduzcan a tensiones entre ellos y, que en caso de que se produzca algún incidente, los dos se comunicarán inmediatamente con el Caricom y Celac para contenerlo, revertirlo y evitar que se repita.
Cuando terminaron, Ruel se me acerca y me dice:
-«¿Qué te pareció? ¿quedaste contenta?»
-Yo le digo que sí y le pregunto: ¿y tú, quedaste contento?’
-«Sí, yo también quedé contento».
Y claro, ¿Cómo no íbamos a quedar contentos? Ganó la paz, al menos por ahora, ganó la apuesta por el diálogo, ganó América Latina y el Caribe, ganaron nuestros pueblos que hoy pueden dormir en paz y abrazarse a sus familias sin el miedo de ser arrollados por una guerra que se intentó imponer desde afuera.
Por: Karen Méndez
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