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Tiempos en los que se vislumbra el fin de un imperio | Por: Juan García

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Francis Fukuyama escribió en 1992 el celebrado libro “El fin de la historia y el último hombre”. Un año antes se disolvió el bloque soviético y la misma URSS. Parecía entonces que el capitalismo y el imperio que lo sostenía habían triunfado y no era viable ninguna alternativa a los anteriores. Sostuvo el politólogo estadounidense que “El fin de la historia significaba el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas, los hombres satisfacen sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en ese tipo de batallas”.

Se equivocó. Ni han cesado las guerras, ni las revoluciones, ni hay sistema, ni imperio que sean eternos. El capitalismo y la hegemonía usamericana siempre han tenido fecha de caducidad. La cuestión no era si caerían sino cuando caerían. Desde el año 1991 hasta el 2020 se ha vivido un período de retroceso histórico donde las políticas neoliberales y EEUU han dominado el mundo sin apenas contestación, sin visos de cambios, ni  de progresos.

Aún así, durante estos últimos treinta años la historia no se ha bloqueado para las antiguas potencias comunistas. Rusia, abandonó el socialismo, liquidó la URSS y el Pacto de Varsovia e intentó ser un socio más de la Unión Europea e incluso solicitó la adhesión a la OTAN. Vladimir Putin fue designado por los oligarcas moscovitas para frenar el expolio de las riquezas naturales de Rusia. Hasta los más liberales rusos entendieron que si no se evitaban los robos, fraudes y corrupción masivos, el estado ruso desaparecería en un corto plazo o se convertiría en una colonia más del tercer mundo.  Pues bien, una vez el gobierno ruso cortó la sangría de recursos naturales y logró imponer unas mínimas reglas de juego capitalistas para su propia burguesía (cuestiones tan básicas como pagar impuestos, aranceles, tasas, impedir los sobornos…), se intentó sentar una relación de socios con la UE y con EEUU.

Sin embargo, la codicia y la falta de una visión geopolítica a medio y largo plazo, provocaron que USA, y su brazo armado la OTAN, iniciaran una nueva Guerra Fría para desgastar a los sucesivos gobiernos de Rusia Unida y colocar a una clase política más dócil a los dictados de Washington. A la vista de la respuesta hostil de Occidente, el gobierno ruso optó, por una parte, por recuperar el poderío militar heredado de los soviéticos, así como parte de su enorme  capacidad industrial y extractiva. Y por último, también inició el rescate de territorios y ciudadanos de origen rusos náufragos del proceso de desintegración de la URSS.

Por otra parte estaba China, un inmenso país con un sistema de producción capitalista, pero cuya economía es dirigida por el Partido Comunista Chino, al que le habían designado un hueco en la economía mundial para producir manufacturas de escaso valor añadido. Gracias a un enorme esfuerzo de su clase trabajadora y a la planificación económica, ha pasado a ser la primera potencia mundial, no solo en producción industrial, sino también en Investigación más Desarrollo.  China ha superado a USA en registro de patentes y en publicación de investigaciones científicas.  De aquél país ha llegado la revolución de las comunicaciones mediante el 5G, produce más del 95% de las placas fotovoltáicas de todo el mundo y se ha convertido en el mayor fabricante de coches eléctricos.

Todo este proceso de sorpasso económico de China a USA, se ha visto acelerado con la pandemia mundial del COVID-19. Se demostró que China era el único país preparado para hacer frente a catástrofes de esta magnitud. Y a pesar de sus estrictas políticas de confinamiento, su economía siguió creciendo. Tanto las autoridades como las empresas chinas han desplegado unas relaciones comerciales con el resto del mundo basadas en el respeto y  el mutuo beneficio.

Los políticos ignorantes de Washington y Bruselas pensaron que unas autoproclamadas sanciones podrían frenar el avance chino. En base a unas acusaciones de espionaje nunca probadas, se sancionó a Huawei y otras empresas chinas. Además se limitó la exportación a China de bienes de equipo de litografía avanzada que sirven para producir la última generación de chips.  Sin embargo, estas represalias ilegales solo han servido para que China y sus empresas logren una total independencia tecnológica y superen a las empresas occidentales.

El statu quo  mundial previo a la pandemia era insostenible. Y fue el gobierno ruso quien rompió la baraja en su fronteras con Ucrania. Harto de desplantes, de que el gobierno alemán, conformado por socialdemócratas, liberales y verdes, se plegase a las exigencias de Biden y renunciase al uso del gasoducto Nord Stream 2,  de las continuas injerencias (especialmente del Reino Unido) en su política interior  y del incumplimiento por parte del régimen de Kiev de los Acuerdos de Minsk, decidió intervenir y recuperar los territorios que históricamente habían sido parte de Rusia, y cuyos habitantes se sienten rusos.

Las autoridades de la Unión Europea se apresuraron a imponer más “sanciones” a Rusia, decían que tenían un PIB  como el italiano y que sería cuestión de pocos meses que su economía colapsaría. La realidad se impuso, Rusia dejó de ver a Europa Occidental como socio y consideró a partir de entonces a  China como su socio principal. Todo el gas y petróleo que vendía a Europa, lo exporta a China y a otros países. Para sorpresa de muchos, mientras la economía de la UE entraba en recesión, la economía rusa creció.

Este giro geopolítico de Rusia ha tenido otro efecto colateral,  el fortalecimiento de los BRICS, esta alianza económica de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica cuyo uno de sus principales objetivos es la desdolarización de la economía, se amplió este pasado agosto a seis nuevos miembros: Irán, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Argentina, Egipto y Etiopía.

Gracias a la diplomacia china, Irán y Arabia Saudí, tradicionales enemigos ahora son socios, han recuperado sus relaciones diplomáticas y, como consecuencia más importante, se acabó la guerra de Yemen.

 En África, Burkina Fasso, Mali y Níger se han sacudido el dominio colonial francés. Los nuevos gobiernos de estos países prefieren tener como socio económico a China y aliado militar a Rusia. Cansados de que Francia se apropie de sus recursos, especialmente uranio, con el cual alimentan las centrales nucleares de uno de los países más ricos del mundo, mientras estos territorios siguen siendo de los más pobres de todo el planeta.

En Latinoamérica, por primera vez Colombia,  el país que ha tenido unas relaciones más intensas con EEUU, tiene un presidente de izquierdas que ha recuperado las relaciones de amistad con Venezuela, cuyo gobierno ha resistido el bloqueo, las “sanciones” y el robo de sus activos en el exterior. Perú sufrió un golpe de estado que acabó con su presidente elegido democráticamente en la cárcel, tras lo cual el país está inmerso en una crisis social y política, como su vecino Ecuador, cuya población está sufriendo las políticas liberales instaladas desde que Rafael Correa dejó la presidencia. Sin olvidar, que Brasil, el país más grande de Sudamérica, vuelve a gobernar Lula. Latinoamérica está en la vía de dejar de ser el patio trasero de EEUU.

El imperio también sufre una inestabilidad política nunca conocida. El asalto ultra al Capitolio es algo más que una anécdota. Biden muestra un deterioro mental muy preocupante y nadie duda que Trump ganará las próximas elecciones a no ser que algún tribunal consiga inhabilitarlo o  meterlo en la cárcel.

Por último y para cerrar el círculo, los grupos armados de Palestina han roto el cerco de Gaza, tras unos meses de ataques sionistas a territorios palestinos, con centenares de víctimas, incluidos niños y vandalizar sus infraestructuras y medios de subsistencia.

¿Qué suponen todos estos cambios?  Básicamente que son muchos los gobiernos y  pueblos los que están exigiendo cuentas. Que la situación actual no era sostenible porque era profundamente injusta y basada en un orden unipolar.

Aún así EEUU va a seguir teniendo una posición predominante. Si China en la actualidad ya es la primera potencia mundial en términos de producción y tecnología, lo cierto es que EEUU sostiene todavía la primacía del dólar, de su producción audiovisual e “informativa” y, sobre todo, mantiene  la superioridad militar.

Más delicado y preocupante es el lugar que va a ocupar la Unión Europea en el nuevo orden mundial. Recordemos que en el territorio de la UE no hay apenas recursos energéticos y mineros, que ciertamente tiene mucho capital acumulado, pero que se le está agotando tras la crisis del COVID y la ayuda militar y financiera a Ucrania. Que ha roto con Rusia, quien le facilitaba gas, petróleo y otros suministros y también está perdiendo suministros de Argelia o Níger. Y lo peor es que los dirigentes no tienen plan B, su única opción política es la inmolación en beneficio de EEUU.

A corto plazo, tal y como ha aseverado el presidente chino, Xi Jinping, “la forma en que China y EE.UU. se lleven entre sí frente a un mundo de cambios y agitación determinará el futuro y el destino de la humanidad”.

Venezuela News Radio 104.9 FM

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