Semanas atrás acudimos a una ineludible convocatoria. El escenario se exhibía insustituible. Un flamante Museo de la Cultura, absolutamente reinvindicado por la consecuente conducta de una excepcional gestión de gobierno regional, servía como insustituible y mágica sede de la 18ª Feria Internacional del Libro de Venezuela «Filven Carabobo 2023». Allí se daban cita, de manera espontánea, innumerables versos, incontables relatos, novelas que llevan a cuestas su peculiar y propia esencia. La literatura asumía su exacta definición. El ávido lector se extraviaba en un inmenso laberinto de letras y textos extendidos, de manera armónica, por cada rincón de esta suerte de santuario dedicado a la cultura. En un amplio salón colmado de emoción y fervor, avalado por la eterna presencia de un pueblo, se llegaba a la formal presentación de otro singular esfuerzo literario por parte de un fecundo Tarek William Saab. A través de esta sensible obra que lleva por título “Hoguera de una adolescencia intemporal” alcanzamos la posibilidad de toparnos con la fluida narrativa de formidables crónicas y ensayos literarios, que se habían quedado extraviados o traspapelados en un celoso baúl, que custodiaba aquella amarillenta carpeta donde se conjugaban, aguardando su oportuna aparición, esas intemporales expresiones literarias de Tarek William Saab. Es sencillamente el reencuentro con su pasado, con sus peripecias juveniles, con su propia huella extendida y que es impecablemente plasmado en un libro que pausadamente nos relata, hasta de manera cronológica, un inolvidable periodo que se extiende por más de dos décadas. En el cálido y cercano evento de la presentación de “Hoguera de una adolescencia intemporal”, Tarek se hacía acompañar por su hermano de vida y de luchas, Rafael Lacava quien orgullosamente expresaba su personal satisfacción por este invaluable suceso literario. Tarek William Saab llegaba a leer extractos y trasmitía a la interminable audiencia la estricta naturaleza de esta emblemática obra “Este extraño libro resucitado de un largo olvido gracias a un premeditado azar, es el resultado de un misterioso fervor: el amor a la literatura, a la poesía y al oculto paisaje que se esconde tras las hojas de mi juventud perdida, hoy fugazmente recuperada por este sorpresivo viaje a la memoria en donde reaparecen como por arte de vidas pasadas, mis primeros encuentros con el mundo exterior, mis amores iniciales y truncos, los amigos que no volvieron jamás, el sentimiento de siempre hacia los entrañables poetas y sus obras” Por ello irrumpe, en medio del inolvidable escenario cultural, la sensación de la presencia de incontables poetas para convalidar el acto y la fecha de “Hoguera de una adolescencia intemporal”. Es observar el arribo de Pablo Neruda residiendo en su propia tierra, es poder nombrar a César Vallejo que hace tiempo se vino de la muerte para gritarle a España que le aparte ese cáliz. Viene también Mariátegui con sus pies circulares, Juan Marinello que pareciese tocar reciamente en las puertas. Un emocionado Tarek William Saab observaba la transcendencia de su propia e indeleble huella que se replica diariamente con su irrenunciable condición de ejemplo revolucionario, testigo de excepción y directo promotor del arribo de este proceso, de este legado que palpita en el alma y espíritu de la venerada patria. Es haber tenido la irrenunciable vocación, en convulsas y agitadas coyunturas, de defender al común, a ese necesitado ciudadano, desprovisto de rangos y credenciales. Era la voz de pueblo encontrando en el poeta a uno de sus incondicionales defensores. “El tiempo es lo insignificante que hace historia y lo transcendental inadvertido”.
El familiar arraigo
En “Hoguera de una adolescencia intemporal” se proclama esa encendida veneración del autor con sus raíces, con sus ancestros. Es la familia asumiendo un protagónico rol en el trayecto vital de Tarek William Saab. En el repaso de las hilvanadas líneas se advierte la cristalina vinculación con los suyos. “La vuelta a casa, al hogar y la hermosa familia expuesta a los senderos infinitos del alma. Todo eso y mucho más se remonta lejos, parecido a una hipnosis que nos hace revivir una y otra vez escenas insuperables de una existencia única e irrepetible”. Es observar, a través de la cautivadora lectura, a Tarek William Saab entrando en aquella casa que fue historia y es poema. Es encontrarse con la imagen del padre, clara lámpara, colgada en los horcones de su vida, con su madre que reparte su corazón como un pan, entre toda su descendencia, con aquella abuela, previsora, en el jardín cultivando ella misma sus coronas y enseguida el trabajo permanente de una ganzúa de pena abriendo el llanto, la casa no existe ya físicamente, pero en la vía principal de la memoria del poeta pareciera seguir ocupando su posición de esquina. Igualmente Tarek otorga notable importancia a todo aquello que lo ha acompañado desde su propia niñez “Ubicamos el origen de nuestra existencia en las calles solitarias de una comarca borrada de los mapas hace más de medio siglo: cuando supimos ya trepar los árboles del viento y conquistar los cielos del canto”. La perenne figura de la silente e inolvidable calle y allí poder rememorar aquel poema de nuestro progenitor Erwin Burguera “Pero queda la calle, queda y sale al encuentro, y caminar por ella es andar hacia adentro. Saber si hay un cuerpo es porque hubo una vida, vida de entonces tan desaparecida. Y aunque alegres vecinos llenen todas sus puertas, no hay calle sola y triste más triste y más desierta”. Por ello celebramos “Hoguera de una adolescencia intemporal” que se constituye en un verdadero hito o compendio de vivencias, memorias y raíces de un hombre comprometido con sus indoblegables principios y valores. Tarek Wiliam Saab sigue transitando su innegable vigencia. “Agradezco a dos mujeres insoslayables el hallazgo de este cofre cedido al lector: Francis, nuestra eterna novia de juventud, y Alia, mi siempre leal y venerada madre. Gracias a la primera, por haber ordenado en una carpeta, desde finales de los años ochenta hasta el año 2010, todas estas notas, artículos, crónicas y ensayos, algunos de ellos publicados en diarios de la época, otros mecanografiados sin haber visto nunca la luz. Y a la segunda, por haber rescatado de una caja grande sobreviviente durante largos años de mudanzas, precipicios y azares, aquella rota y melancólica carpeta hoy vuelta a nacer en forma de libro para no ser olvidada jamás desde el otro lado de la cerca por cada uno de ustedes”. El Poeta Tarek William Saab ha trascendido al tiempo y por ello ostenta un puesto privilegiado en ese sagrado recinto de la memoria del colectivo nacional. Y esa es la verdad.