No es la primera vez que el imperialismo yanqui, o sus aliados más dispuestos a seguirlo en todas sus aventuras bélicas, para apropiarse de los recursos de los pueblos en algún lugar del sur, confiesan la verdadera naturaleza del modelo que representan. Los marxistas no deberían sorprenderse por esto, pero ciertamente deben traer a la atención de las clases populares, desorientadas por la propaganda que les presenta una realidad invertida, la verdad de los hechos y lo que produce cuando se muestra desde dentro de la “bestia”.
Basta con mirar lo que le pasó al periodista Julian Assange. Su sitio Wikileaks se limitó a publicar los miles de cables con los que el imperialismo mostraba los verdaderos intereses que subyacen en sus aventuras bélicas. Basta observar la historia del diplomático venezolano Alex Saab, secuestrado hace tres años en la isla de Cabo Verde por haber intentado importar alimentos y medicinas al pueblo de Venezuela, aplastado por las garras de las “sanciones”.
Assange, que se está muriendo en una prisión británica a la espera de su extradición a los EE. UU., está siendo acusado de traición, basado en una laguna legal que permite a los EE. UU. desactivar su famosa libertad de prensa de la Quinta Enmienda. Saab ha sido retratado como un “narcotraficante”, la “testafierro” de Maduro que lidera “un Estado terrorista y narcotraficante”, definido por el demócrata Obama como “una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad de Estados Unidos“.
Quiénes son los verdaderos criminales ahora lo demuestran aún más las declaraciones del expresidente estadounidense, Donald Trump, el magnate opuesto a la globalización bélica de Biden, pero partidario de soluciones más “rápidas” para lograr los mismos objetivos: “Cuando terminé mi mandato -dijo- Venezuela estaba al borde del colapso. La habríamos tomado y conservado todo su petróleo”. En todo caso, entonces, los medios habrían celebrado la “liberación” de Venezuela de la “dictadura”.
Y, de hecho, la propaganda mediática, al tiempo que destaca que la Corte Penal Internacional ha puesto bajo investigación al presidente Maduro por supuesta violación de derechos humanos, ha guardado silencio sobre la denuncia del gobierno bolivariano presentada ante la CPI en 2021, el caso “Venezuela II”. La vicepresidenta, Delcy Rodríguez, había ilustrado entonces algunas consecuencias económicas destinadas a causar sufrimiento al pueblo y empujarlo a rebelarse contra el gobierno: de las 150 empresas sancionadas por Washington – dijo -, 10 son empresas estatales y 140 pertenecen al sector privado, y se dedicaban a la producción e importación de medicamentos y alimentos, así como a la prestación de servicios esenciales como la distribución de agua potable, gas doméstico, combustible y electricidad. Además -prosiguió Delcy- por temor a las sanciones, empresas extranjeras y los gobiernos de 26 países se han abstenido de establecer relaciones comerciales con Venezuela, tanto con el Estado como con empresas privadas.
Hoy, la crisis de la globalización y la globalización de las crisis muestran la pérdida de la hegemonía estadounidense en ambos aspectos de su “poder de atracción”, basado en una presunta superioridad del modelo económico, de recursos financieros ilimitados, y en una presunta superioridad moral.
Como dijo un famoso comediante estadounidense: “Lo llaman el Sueño Americano porque tienes que estar dormido para creerlo”.