Por mucho tiempo se ha debatido sobre el rol del mercado a lo largo del desarrollo económico de la sociedad humana. En términos sencillos, se puede definir el mercado como el espacio donde se encuentran oferentes y demandantes de un producto, a partir de lo cual (y considerando las características de la oferta y demanda) se establece el precio del producto y, además, se establece un mecanismo de asignación de recursos en la economía y entre los actores económicos.
En el capitalismo, el mercado está determinado en su dinámica y naturaleza por la maximización de la ganancia de las corporaciones. Todo se subordina al propósito supremo de optimizar las condiciones de acumulación del capital. Esto define la lógica del mercado capitalista, actuando cada vez más de acuerdo a los postulados del neoliberalismo. De ahí, las gravísimas consecuencias que se generan en términos de aumento de la pobreza y las desigualdades sociales, dominación política de una élite, guerras en función de abultar las fortunas de las corporaciones, la severa crisis ambiental…
Sin embargo, es preciso puntualizar que el mercado es mucho más antiguo que el capitalismo, es decir, no es exclusivo de éste. Existió antes y existirá también después del sistema capitalista. En tal sentido, es interesante resaltar la experiencia muy exitosa del empleo del mercado bajo las condiciones de la transición al socialismo en China y Vietnam. Ellos lo han llamado mercado socialista y cuenta con un conjunto de características que lo hacen singular.
Por una parte, tenemos al Estado revolucionario, dirigido por una fuerza socialista, que lo va direccionando en función de los principios y objetivos que definen el socialismo. Asimismo, el mercado se convierte en un instrumento para la generación de riqueza que se traduce en bienestar popular. Otro elemento relevante es el desarrollo de las fuerzas productivas propulsadas por el mercado, que luego constituirán la base material para la sociedad socialista. También podríamos mencionar la participación creciente del pueblo en el proceso económico, es decir, que no es excluido por los factores oligárquicos que tradicionalmente dominan en el capitalismo. De tal manera que no se trata de libre mercado ni tampoco de capitalismo de Estado, es un sistema de una calidad diferente y muy superior al capitalismo.
Aun así, no faltará quien diga que ese modelo de desarrollo no está exento de problemas. En realidad ningún modelo lo está, pero este tiene la virtud de aprovechar la totalidad de los recursos disponibles para el desarrollo pleno de la sociedad en todas sus dimensiones: económica, social, política, ambiental, cultural y espiritual. Es una forma de desarrollo muy superior al capitalismo.
Tampoco estarán ausentes las observaciones referidas a que los fundadores del socialismo científico predijeron un sistema económico basado en la planificación centralizada. No obstante, la repetición dogmática de la doctrina de Marx y Engels omite que ellos previeron un triunfo simultáneo del socialismo en el mundo entero o, al menos, en las naciones más desarrolladas y en condiciones de estrecha interrelación económica. Además, establecieron como condición para el socialismo, más allá de la victoria política de las fuerzas revolucionarias, elevados niveles de desarrollo de las fuerzas productivas. Finalmente, se asumió que todos los medios de producción estarían en manos de la sociedad a través del Estado revolucionario. Nada de ello ocurrió en ninguna de las coyunturas revolucionarias del s. XX o del s. XXI
Sin abandonar el principio fundamental de la planificación del desarrollo y aferrados a las realidades, que son finalmente las que definen el diseño de cualquier política revolucionaria, se aprovecha también el mecanismo del mercado para direccionar el avance de la nación hacia el socialismo.
En el caso venezolano, tenemos un sistema económico capitalista, rentista y dependiente, donde conviven grandes y muy importantes empresas públicas, el sector privado nacional y extranjero, así como pequeñas empresas de propiedad socialista en sus diversas modalidades. Acá se conjugan los mecanismos de panificación y mercado en la conducción de la economía, aunque tenemos que reconocer que de manera imperfecta y aún con deficiencias.
Es por ello que una de las tareas más importantes de la revolución bolivariana -y en eso insistió en el pasado el comandante Chávez y en la actualidad el presidente Nicolás Maduro- radica en elevar sustancialmente la eficiencia del desarrollo económico bajo la rectoría del Estado, aprovechando todos los recursos y mecanismos compatibles con nuestros principios socialistas.
En ese contexto, recientemente, el presidente Nicolás Maduro anunció la venta del 5 al 10% de las acciones de empresas públicas en el mercado bursátil, lo cual tiene su soporte en al menos dos planteamientos del comandante Chávez. Por una parte, fundar una bolsa pública de valores y, por la otra, crear empresas mixtas del Estado con el capital extranjero para el desarrollo de la industria petrolera nacional, sector medular de nuestra economía.
La actual iniciativa es muy relevante, porque como resultado del bloqueo yanqui el ingreso nacional se ha desplomado y, con ello, la posibilidad de realizar inversiones esenciales para el mantenimiento y la modernización en nuestras empresas básicas (siderúrgica, aluminio, telecomunicaciones, petroquímica, etc.). Sin esas inversiones será imposible sustentar el proceso de crecimiento económico que se avecina como resultado del extraordinario esfuerzo y de las victorias históricas de nuestro pueblo; así como tampoco podremos elevar de manera sustancial las condiciones de vida de la población.
De tal forma que esta política no solo se inscribe dentro de planeamientos centrales del comandante Chávez, sino que son necesarias e ineludibles. En condiciones de bloqueo económico, no hay otra opción para el financiamiento de estas empresas. Además, se busca el acceso a nuevas tecnologías y, en algunos casos, a mercados foráneos para la exportación.
Desde la derecha, así como desde la ultraizquierda (no debe sorprender esta coincidencia), se ha dicho que se trata de un proceso privatizador, del abandono de las políticas socialistas. Pero semejante disparate no tiene sustento alguno.
Veamos lo siguiente: i) poderosísimos partidos comunista en el poder llevan a cabo estas políticas desde hace bastante tiempo y con avances muy importantes en dirección a los propósitos esenciales del socialismo; ii) se está colocando una pequeña porción de las acciones, manteniéndose la propiedad y la conducción de estas empresas en manos del Estado; iii) tendremos la posibilidad de evadir el durísimo bloqueo yanqui para seguir impulsando el desarrollo de nuestro proyecto revolucionario; iv) estamos aprovechando todas las condiciones y factores existentes en nuestro entorno para solucionar el principal problema del país, el económico, sin abandonar nuestro objetivo supremo, el socialismo, para lo cual aprendemos de la audacia y firmeza de Lenin en la NEP de la Rusia soviética, de los comunistas chinos y vietnamitas en sus grandes reformas económicas de los años 70 y 80, respectivamente, de los camaradas cubanos en la actualidad.
Esta política la impone el sentido común y las condiciones reales de nuestra revolución. Recordemos que el marxismo, a decir de Lenin, es “el análisis concreto de la realidad concreta” y en función de ello es que se diseña la estrategia revolucionaria.