El sionismo manipuló la historia propagando una serie de mentiras, para generar dudas sobre el derecho histórico del pueblo palestino sobre sus tierras, y de esa forma, justificar la colonización y el genocidio en Palestina.
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Para comprender lo que ocurre en este momento en la Franja de Gaza, es necesario desmantelar algunos mitos. Los cuales levantaron los grandes poderes del sionismo con ayuda de potencias imperialistas.
Para ello, debemos empezar diciendo que todo lo que históricamente ha afirmado el Estado de Israel, es mera propaganda del sionismo. Siempre se ha escuchado la «narrativa israelí» que intenta prevalecer sobre los verdaderos hechos.
¿Antigua Israel es la Israel actual?
La clave para entender por qué hablamos de colonización y de por qué no podemos hablar de antisemitismo al condenar las acciones de Israel, es que el sionismo está formado, en su mayoría, por europeos convertidos al judaísmo.
Antes, hay que recordar que el sionismo fue una invención de Theodor Herzl, un periodista ateo sin conexión con la vida religiosa judía. Tras el surgimiento de dicho movimiento surge el relato de la constitución del Estado de Israel.
Según el sionismo, este hecho sucedido en 1948, consagró el “retorno” de los judíos a su tierra milenaria, después de su expulsión de la antigua Palestina por parte de los romanos.
Esta afirmación indica que el Israel de la antigüedad es una continuación del actual, mientras que los palestinos son ocupantes que vinieron después de la expulsión de los judíos.
Sin embargo, esto es falso, ya que «los palestinos de hoy son, en su inmensa mayoría, descendientes de los antiguos israelitas», refiere Federico Dertaube.
Lo que ocurrió, en realidad, fue que tras la salida de una parte de los judíos de Palestina, estos se distribuyeron en varias parte del mundo, sobre todo en Europa.
Más tarde, algunos integrantes de pueblos europeos adoptaron la religión y este grupo se convirtió en uno mucho más diverso, aunque ya no todos eran descendientes de los judíos expulsados. Es decir, no todos eran semitas.
Mientras que, la población que no expulsaron de la antigua Palestina se «arabizó» en su mayoría con la conquista musulmana del siglo VII. Debido a ello, adoptaron el idioma árabe, y la cultura y religión musulmanas.
Hay datos históricos, de hecho, testimonios de rabinos judíos, que revelan que los judíos y cristianos vivieron en total armonía con la mayoría de la población musulmana. Una situación que se dio de esta manera durante los califatos, los reinos cruzados, los selyúcidas, los turcos otomanos, etc.
Finalmente, para consolidar esta idea y desmentir que la actual Israel es aquella de los tiempos de Cristo, Benjamín H. Freedman, un judío converso al cristianismo, sostiene que la mayoría de los judíos de la actualidad no son descendientes de los originarios de Palestina. En cambio, afirma en su libro «La historia oculta de los falsos hebreos«, que estos proceden del Reino de Jazaria, que existió entre lo que es hoy Ucrania y el Cáucaso.
En ese mismo libro, Freedman agregó que el 90 % de los judíos de la actualidad no son semitas. Al mismo tiempo, explica que descienden de una mezcla de pueblos que se dieron en la época del Imperio Jázaro.
¿Una tierra sin pueblo?
Otro mito del sionismo, es que Palestina era un desierto baldío y sin pueblo. Una gran mentira que disfrazó las intenciones colonialistas de los creadores del Estado de Israel. No obstante, los registros históricos muestran una realidad distinta a la que divulgaron sionistas como Herzl.
En su libro «Diez mitos sobre Israel«, Ilan Pappé, historiador israelí, expone las versiones oficiales israelíes, en las que alegan que «la Palestina del siglo XVI, era principalmente judía y el alma comercial de la región se concentraba en las comunidades judías«.
Asimismo, Pappé cita datos del sitio web del Ministerio de Asuntos Exteriores israelí, que indican que «en 1800, Palestina se había convertido en un desierto. Cada año que pasaba la tierra se volvía más estéril, la deforestación aumentaba y las tierras de cultivo se convertían en desierto”.
Una tierra fértil
Más adelante, revela el consenso entre historiadores sobre que los romanos dieron el nombre «Palestina» a la tierra de «miel y leche«.
Esa nominación se mantuvo durante el imperio romano y el bizantino, para la provincia imperial. Posteriormente, el Imperio Otomano en 1517, al llegar a esas tierras, encontró una sociedad, en su mayoría musulmana sunita y rural. Había élites urbanas que hablaban árabe y menos del 5 % de la población era judía, mientras que entre el 10 y 15 % era cristiana.
Varios imperios musulmanes intentaron controlar esas tierras porque poseía el segundo lugar más sagrado del Islam. Además, era fértil y gozaba de una ubicación estratégica.
Pappé también revela que la población palestina en el siglo XIX era considerable, y de mayoría musulmana. Además, que sí la integraba un grupo minúsculo de judíos, que, por cierto, se oponían a las ideas impulsadas por el sionismo.
Palestina «fue parte de un mundo oriental rico y fértil que en el siglo XIX experimentó procesos de modernización y nacionalización. No era un desierto esperando florecer, era un país pastoral a punto de ingresar al siglo XX como una sociedad moderna, con todos los beneficios y males de tal transformación. Su colonización por el movimiento sionista convirtió este proceso en un desastre para la mayoría de los nativos que vivían allí”, declara Pappé.
Sin embargo, Israel perpetuó el mito de que Palestina era «una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra«. Aunque sí había un pueblo: el palestino.
Aun así, bajo la premisa de «una tierra sin pueblo» y con la finalidad de crear el Estado de Israel, los colonos judíos sionistas sembraron terror en ese pueblo para establecerse sin la condena mundial.
De esta manera, tuvieron licencia para desplazar de forma forzada a más de 800 mil palestinos. Despojarlos de sus hogares, de su cultura, de sus mezquitas e iglesias. También para justificar el inicio de un genocidio con la venia de la comunidad internacional.
El sionismo utiliza al judaísmo
Los sionistas usan el tinte religioso para justificar sus planes expansionistas. Con la excusa de que quieren devolver a los judíos «sus tierras«, porque según las escrituras bíblicas les pertenecen, ocultando sus verdaderas intenciones.
Bajo el esquema religioso y de victimización, intentan apoderarse de Palestina para fines políticos, estratégicos y hegemónicos en Medio Oriente.
Herzl, conocido como “Padre del Estado de Israel”, fundó la Organización Sionista. Mientras que otras organizaciones judías luchaban contra el antisemitismo, el propósito del periodista húngaro se orientó en la búsqueda de un benefactor entre las potencias imperialistas.
Hizo lobby entre los monarcas de Europa para lograr su apoyo en el reclamo de soberanía sobre una tierra en la que no había nunca puesto un pie.
El colonialismo británico ataca de nuevo
Más tarde, Herzl, encontró un patrocinador: el imperio británico. Sin embargo, aunque los planes existían, las masas judías no eran sionistas. Además, el Imperio Otomano dominaba las tierras palestinas.
En la Primera Guerra Mundial, Reino Unido derrota al Imperio Otomano e instaura un régimen en Palestina, que más tarde cedería al sionismo.
Con el Mandato Británico empieza la colonización, aunque, sin la participación de las comunidades judías locales. En ese momento, iniciaron los desplazamientos de los palestinos. No obstante, el sionismo aún era muy débil y los colonos se fueron voluntariamente a EEUU.
La Nakba
Posteriormente, llegó el holocausto judío, tras vencer a la Alemania nazi, comienza en 1947 el proyecto de partición de la tierra Palestina. Esta iniciativa, culminaría con la creación de los dos Estados en 1948. Un plan liderado por EEUU y la URSS, que buscaban una tierra para las poblaciones judías víctimas del holocausto.
Finalmente, el 14 de mayo de 1948, la organización encabezada por Ben-Gurión, proclama la “independencia” de Israel, creando el Estado sionista.
No obstante, sus verdaderos intereses quedan demostrados cuando propician las condiciones colonialistas, racistas y de apartheid. Lo cual se evidencia en las atrocidades que llevaron al pueblo palestino a lo que conmemoran como la Nakba (la catástrofe, en árabe).
Pese a esto, Pappé en su libro, expone que más allá de si los judíos son descendientes o no de los primeros judíos expulsados de la antigua Palestina, se debate la idea insistente del Estado sionista por representar a los judíos y a su religión.
De hecho, reveló que este proyecto era una idea menor entre los pueblos judíos. Reveló que en 1885, un grupo reformista del judaísmo, reunido en Pittsburgh, EEUU, declaró: «no nos consideramos una nación, sino una comunidad religiosa, y por lo tanto no esperamos un retorno a Palestina«.
En la actualidad, estas aseveraciones que realizaron hace más de 130 años, la comparten comunidades judías en todo el mundo. Cabe acotar, que muchos judíos ortodoxos viven al margen de la sociedad israelí.
Asimismo, se oponen a las prácticas sionistas, alegando que el «el objetivo mesiánico de Israel (es decir, del pueblo judío) no es la restauración de un Estado judío«.
Según señaló Viento del Sur en un informe, el «antisionismo» de los judíos ortodoxos se expresa en un «rechazo a sacralizar el Estado de Israel».
Sarah Espinoza – Venezuela News
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