En alguna ocasión hemos oído que la única diferencia entre un político progresista occidental y uno conservador en lo referente a la OTAN es que el primero propone tanques, misiles y balas reciclables y sostenibles medioambientalmente. Es el caso de Los Verdes alemanes y todo su entorno en el Parlamento Europeo, han apoyado todas las agresiones de la OTAN, desde Yugoslavia a Afganistán e Irak, y, por supuesto, el envío de armamento a Ucrania.
Supongo que, como buenos ecologistas, pensarían que lanzar misiles contra edificios, balas contra personas y tanques por el terreno está bien siempre que se pueda hacer ecológico y sostenible mediante materiales reciclados y biodegradables.
Pues esto, que suena a chiste, ha terminado siendo real. El periódico francés Le Figaro, nada sospechoso de prorruso, publicaba el pasado jueves que, en un alarde “ecofriendly“, las fundas protectoras de los cables eléctricos de los vehículos blindados y sistemas de artillería que Occidente había entregado al ejército ruso estaban hechas de “fibra de maíz“. Todo sea para que los misiles que lancen esos tanques sean respetuosos con el medio ambiente, sustituyendo el plástico de su cableado por maíz, cuando destrocen un edificio, o maten una familia.
El problema es que las ratas también han descubierto que eso era una buen idea y han terminado inutilizando los vehículos al comerse los cables del sistema eléctrico.
“La corresponsabilidad ecológica es difícil en la guerra“, afirma el diario francés. “Los vehículos occidentales han sido diseñados como un escaparate tecnológico. Pero en el barro y en el frío, no siempre funcionan”, dijo un oficial francés que prefirió mantener el anonimato en Le Figaro.
Al final, continúa el periódico francés, los ucranianos tuvieron que resolver el estropicio ecológico de los roedores mediante piezas de viejo armamento soviético que conservaban. Ya se sabe que la Unión Soviética no era ecológica, pero tampoco partidaria de la obsolescencia programada, y parece que sus productos siguen funcionando y a sus enemigos no les importa recurrir a ellos.
Durante la década de los setenta, en plena guerra fría y de competencia espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética, circulaba un chiste que decía que los americanos estaban investigando con profusión un tipo de bolígrafo para sus astronautas, que soportara la ausencia de gravedad en el espacio y pudiera escribir apuntando hacia arriba. Mientras estudiaban eso, los soviéticos sencillamente estaban utilizando un lápiz.
Es evidente que sería solo una broma, pero representa lo estúpida que podía ser la obsesión tecnológica occidental de entonces. Tan estúpida como la ecológica de ahora de hacer los cables del tanque que revienta seres humanos con maíz para respetar el medioambiente.
Al final, como es sabido, los que ganan con las guerras siempre son las ratas.
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