InicioOpinionPoder y autoridad | Por: Numa Molina

Poder y autoridad | Por: Numa Molina

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Son dos términos que fácilmente tienden a confundirse. El poder es un encargo recibido para ejercer unas funciones de gobierno. Generalmente, en regímenes democráticos, el poder lo dan las mayorías mediante una elección directa y secreta. También el poder puede ser derivado o concedido por un gobernante con potestad para encargar a un subordinado, quien lo ejerce en una región geográfica o una institución determinada. Ejemplo, en Venezuela la Gobernación del Distrito Capital o la Vicepresidencia ejecutiva cuyos funcionarios ejercen un poder derivado de quien ejerza las funciones de Presidente o Presidenta de la República.

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En las monarquías el poder viene por tradición monárquica heredada. En la Iglesia Católica, por ejemplo, el poder es monárquico y se deriva del Papa quien ha sido escogido por un Colegio Cardenalicio o de Cardenales. El poder que ejerce un párroco en su parroquia le fue otorgado por su Obispo quien a su vez lo recibió del Papa al nombrarlo en el cargo. Es de hacer notar la potestad como prerrogativa propia de quien ha sido investido de poder. Como podrán ver, tener poder y ejercer poder se recibe o de una mayoría por elección, o por transferencia jerárquica. Hasta aquí una consideración sobre el poder.

Autoridad, en cambio, es un término mucho más complejo por cuanto deriva del carisma de la persona. Es una posición que no se alcanza por elección ni por derivación de funciones jerárquicas sino que, quien tiene autoridad la ha alcanzado por esfuerzo propio. La autoridad la reconocen las mayorías, pero no es transferible sino que se alcanza después de un largo ejercicio de los valores, aceptados por esas mayorías como carisma especial de una persona.

Por ejemplo, la gente cuando escuchaba hablar a Jesús decía: “este sí que habla con autoridad” y creían en él al punto de seguirlo por caminos y pueblos. Mucha gente que estaba postrada porque aquella sociedad excluyente la había marginado, solo con escuchar al Maestro de Nazaret se reanimaba, se ponía en camino y muchos hasta se hicieron discípulos y discípulas, no obstante el lodazal donde le había arrojado la sociedad.

Aquí vale recurrir a la etimología latina de la palabra autoridad, que al mismo tiempo traduce lo que significó en el arameo que habló Jesús. Autoridad viene de augere “hacer crecer” significa hacer a los demás autores de sí mismos. El poder, en cambio, se ejerce desde la dominación anulando a los que quedan por debajo. Jesús no tenía ningún nombramiento especial en qué apoyarse, no tenía poder delante de la sociedad de su tiempo, pero tenía autoridad que era producto de su entrega transparente y su mirada capaz de ver en el horizonte de cada persona lo que podía llegar a ser.

Para Jesús, un publicano de mala fama o un humilde pescador eran seres en proceso, con capacidad para hacer grandes cosas y por esos sus apóstoles los escogió de entre esos grupos. Una vez le dijo a Simón que era pescador “de ahora en adelante serás pescador de hombres” y hasta le cambió el nombre, lo llamó Pedro. Vislumbraba en aquel hombre rudo todo lo que sería capaz de hacer no solo formando parte del grupo sino liderándolo.

Quien tiene autoridad es al mismo tiempo un verdadero educador. De ahí que Jesús era llamado el Maestro y lo era. Educar deriva de educere que significa sacar de dentro. Es la capacidad para ayudar al otro o a la otra a descubrir y posibilitar sus potencialidades o sus talentos. Por eso la autoridad es posible en quien al mismo tiempo es capaz de educar, sacar de dentro lo mejor que tiene la persona.

Tenían razón sobrada los contemporáneos de Jesús cuando decían “este hombre habla con autoridad”. La humanidad siempre ha vivido una crisis constante obedeciendo a poderosos pero sin autoridad. Y los que, ejerciendo el poder recibido, han actuado con autoridad siempre serán reconocidos por los pueblos espontáneamente ya que su carisma los hace imperecederos.

Escuchamos con frecuencia expresiones como “usted no tiene autoridad para exigirme o para ordenarme eso” y todo radica en que aquel líder probablemente lo que ha hecho es ejercer el poder que le han dado pero la autoridad no viene ni es concomitante con el poder sino que se gana a fuerza de entrega y libertad para estimular a los demás a ser ellos mismos, autores de su propio destino.


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