La derecha venezolana espera aprovechar el viento que sopla en Europa y hacer retroceder el reloj de la historia también en Venezuela. En cualquier caso, sabe que tiene que responder no al pueblo, sino a las grandes potencias internacionales que mueven los hilos.
Mientras tanto, como en un teatro de marionetas operado desde el exterior, los contendientes se pelean, creando cierto bochorno en los medios internacionales, que deben hacerse cargo de la narrativa.
Sus focos están en Europa, en Miami y en aquellos países conservadores de América Latina, desde donde se organizan campañas contra los gobiernos progresistas del continente.
Y así, auspiciados por la UE de Borrell, con cada movimiento exitoso del gobierno bolivariano, se desatan zombis con las billeteras llenas para exigir “aislar a Maduro, que viola los derechos humanos”. Sus amigos “uribistas” o mercenarios norteamericanos, sí, que, en cambio, garantizan los derechos humanos…
Su ejemplo de “cambio democrático querido por el pueblo”, son las oscuras damas, prófugas en España, que pretenden seguir con la farsa de un falso parlamento, elegido allá por 2015… La farsa 2.0, después que terminó a la basura, la del autoproclamado Juan Guaidó, sustituido por las damas en cuestión, y ahora balbuceando desde Miami, esperando alguna migajas nueva de los amos.
El partido por el que fue elegido diputado, Voluntad Popular, liderado desde España por Leopoldo López, el 7 de marzo, lo había propuesto como candidato en las primarias. Sin embargo, tras su fuga a Estados Unidos, vía Colombia, lo reemplazó por Freddy Superlano. Otro que no puede ser candidato por antecedentes penales, que, sin embargo, espera ser admitido por negociaciones con el gobierno, después de presionarlo para cambiar la composición de la autoridad electoral a favor de la derecha.
Y, en todo caso, antes de salir de Venezuela, en los últimos meses Guaidó había auspiciado la candidatura del eterno perdedor en las elecciones presidenciales, el representante del partido Primero Justicia, Henrique Capriles.
Entre acusaciones, golpes bajos y sondeos encargados ad hoc, busca visibilidad la habitual María Corina Machado, una atlantista radical que no oculta lo que tiene reservado para el país, a diferencia de las demás, que intentan endulzar la píldora, según los consejos y las recetas europeas.
En cualquier caso, como en Europa, quien gane tendrá que someterse a los dictados de las grandes instituciones internacionales. Por supuesto, para América Latina, el modelo de derecha a aplicar dependerá de los resultados de las elecciones estadounidenses.
Y para entender el color de la soga con la que serán estrangulados los sectores populares, basta ver el reflejo en la Argentina de Macri o en el Brasil de Bolsonaro.
Mientras tanto, un tal Luis Ratti, al que la prensa define como “un empresario disidente del chavismo”, ya candidato a las elecciones presidenciales de 2018, se ha dirigido al TSJ para denunciar la discriminación que sufren los pequeños partidos dentro de la Plataforma Unitaria de la oposición. El próximo 6 de junio, se prevé un debate que tendrá lugar en la Universidad Católica Andrés Bello.
La “batalla entre las ranas y los ratones”, como en la fábula de Esopo. Alrededor, hay las piruetas narcisistas de quienes se creen “más chavistas que Chávez”, y de quienes se postulan como los más antiimperialistas de todos, corriendo luego a refugiarse bajo el ala de la Unión Europea, y amenazando con “recurrir a las instituciones internacionales” para resolver las contingencias internas.
En ese torbellino irrelevante, se destaca la corriente “minúscula”, que se caracteriza sobre todo por la insistencia con la que persiste en escribir con minúsculas los nombres del presidente Maduro y de los líderes del Psuv, tras las proclamas del exministro, Rafael Ramírez (también prófugo en Italia); y que se destaca por su capacidad de inventar “corrientes” en el llamado “madurismo” y proponerlas al exterior: para uso y consumo de quienes, fuera del país, deben utilizarlas para alimentar la propaganda contra el socialismo.
Sin embargo, estos nuevos adalides de un supuesto “purismo” chavista, lejos de la genialidad de Chávez, deberían explicar por qué sería más “revolucionario” proponer alianzas con la extrema derecha para derrotar una supuesta “deriva socialdemócrata”. Su modelo, muy mal digerido, es Europa y el mito de la “alternancia” electoral de la democracia burguesa, ciertamente no la democracia participativa y protagónica de Hugo Chávez.
“¡Dame una palanca y levantaré el mundo!” La frase, atribuida al científico Arquímedes, exaltado por la capacidad de construir máquinas capaces de mover grandes pesos con pequeñas fuerzas, ha sido transmitida en numerosas variantes.
En esta era de la “posverdad”, se podría agregar uno más: “Denme una plataforma y moveré el mundo”. Y qué importa si el mundo está al otro lado de mi teclado, y sigue viviendo por sí solo, y si, en estos tiempos oscuros, los “arquímedes” (los aprendices de brujo) son solo clones de paradigmas decididos en otra parte.
Un mecanismo que muchas veces lleva a tomar luciérnagas por faroles, dada la capacidad de crear deslumbres, utilizada por el imperialismo con fines de conquista. Basta recordar las inexistentes “armas de destrucción masiva” del entonces presidente iraquí, Saddam Hussein, las mentiras sobre la Libia de Gaddafi, las “revoluciones de colores“, hasta el conspiracionismo, que no necesita demostración alguna: le basta solo con sembrar la duda, basándose en las “revelaciones” de un “primo” bien informado.
Contra el socialismo bolivariano se ha experimentado de todo, hasta lo grotesco, hasta hacer real lo ficticio: para promover robos reales a través de la farsa. Con las “guarimbas” se logró proyectar una realidad distorsionada, transformando la rebeldía de los ricos en una “lucha de liberación” contra la dictadura.
Con una campaña de terror, que no ha terminado, se ha transformado un país pacífico, que por cierto no presenta más problemas que otros en Sudamérica, en un infierno de secuestros y matanzas, para alejar a los turistas de las maravillas de las que es posible disfrutar.
Los datos positivos se han ocultado deliberadamente, empezando por la excelente contención de la pandemia. Un presidente (y su partido) que tiene en su haber un récord de apelaciones diplomáticas e intentos de paz, tanto en el país como en el exterior, se ha convertido en un “gobierno dictadorial”.
Y valdría la pena leer los testimonios de quienes, habiendo llegado al país por gusto o por trabajo, tuvieron que tocar el alcance de la mentira que habían creído. Sin embargo, esto no ha servido para socavar la poderosa deriva de poderosos intereses materiales y grandes apetitos por un país extraordinariamente rico en recursos destinados, contra viento y marea, a proyectos sociales en más del 75%.
“Dadme una plataforma y levantaré el mundo”. ¿Y si el mundo está al otro lado de mi teclado, todavía viviendo por sí solo? El mundo, en el actual contexto de guerra y redefinición de las estructuras de poder, es el de un capitalismo en crisis estructural, contrapuesto por el surgimiento de una multipolaridad compleja, en la que se inserta Venezuela: gracias a Hugo Chávez, pero también a quienes acompañó su política exterior y luego la continuó como presidente, Nicolás Maduro. ¿Con quién habrían querido aliarse los “minúsculos”, con los marcianos? ¿Dónde encontrarían alimentos y medicinas en un país estrangulado por las “sanciones”?.
Por supuesto, los problemas existen, y hay diferentes posturas sobre cómo abordarlos y resolverlos en beneficio del poder popular. Todavía, un debate, incluso acalorado, si es entre camaradas, cuando hay que gobernar un país, debe asumir parámetros concretos, pues la teoría y los principios son las guías de la acción. El gobierno de Estados Unidos también lo sabe y debe reemplazar la farsa de los autoproclamados por algo un poco más efectivo: para retener el botín robado al pueblo venezolano, a quien le corresponde elegir al presidente con quien recuperar ese botín.