La promulgación de la Ley Orgánica de Zonas Económicas Especiales (LOZEE) ha generado un intenso debate en la opinión pública del país. La crítica enriquece si se discrimina en su origen y consecuencias, para gestionar entornos favorecedores al proyecto que se impulsa y promover campañas de difusión acerca del alcance de la política y empoderen a nuestro pueblo con información veraz y fidedigna.
En este punto, podemos resumir en tres aspectos la postura asumida por los sectores que manifiestan sus reservas frente a esta política: 1) Promueve un desarrollo desigual en el territorio. 2) Venezuela cede soberanía al capital trasnacional. 3) Las ZEE promueven el daño a la naturaleza.
Las ZEE no son un oasis fiscal a los antojos más irracionales de los inversionistas. Éstas forman parte de una política integral enfocada en promover el desarrollo de las fuerzas productivas mediante la incorporación de nuevas tecnologías y así producir bienes a grandes escalas -según las potencialidades del territorio- con la premisa de abastecer el mercado interno e incorporar el excedente en el mercado mundial.
Romper definitivamente con la dependencia en la renta petrolera, requisito fundamental para consolidar la nueva economía enfocada en garantizar desarrollo, el surgimiento de nuevos actores productivos y la diversificación de la economía nacional son objetivos de esta propuesta y los principios que rigen el comportamiento de los actores participantes se establecen claramente en el artículo 3 de la Ley.
Éste es un proceso que se gesta bajo la mirada permanente de un Gobierno que aún en los momentos más difíciles ha logrado sostener la política social -asumida por el pensamiento dominante como un gasto improductivo- con el firme propósito de velar por los sectores más vulnerables. De tal forma, resulta un exabrupto acusar de neoliberal o entreguista a un Gobierno que desde su llegada al poder en el año 1999 ha estado al servicio del pueblo y suscribe la impostergable necesidad de cuidar y preservar los reservorios naturales del país tal y como se expresa en el Plan de la Patria.
La superación del modelo extractivista -a favor del desarrollo europeo- impuesto desde la Colonia supone el desarrollo de las fuerzas productivas. Ciencia y técnica avanzan a pasos agigantados reconfigurando la matriz energética, algunos estudios de la Agencia Internacional de Energía -AIE por sus siglas en inglés- visualizan cambios significativos para el 2050. Ello nos obliga a aprovechar eficientemente la repotenciación de la demanda mundial de petróleo como resultado directo del conflicto bélico Rusia-Ucrania para apalancar con rigurosidad y método el nuevo modelo post-rentista.
A todo evento, la doble moral en el análisis deviene en una gran hipocresía. Se pretende desaprovechar las bondades del territorio, satanizando cualquier iniciativa en este sentido siendo que, en el fondo, el argumento apunta hacia la desmovilización de los proyectos que redunden en la fortaleza necesaria para el ejercicio de soberanía y autonomía -económica y política- condenándonos a la dependencia y consecuente subdesarrollo al que ha sido sometida la región.
El modelo chino ha logrado alcanzar crecimiento económico y desarrollo social reduciendo significativamente el impacto al medio físico, gracias al avance científico. No se trata de hacer copia y calco de otros modelos ni mucho menos extrapolar realidades disímiles. La idea es tomar lo bueno, ajustarlo a nuestra realidad y poder transformar la economía nacional. Indispensable es romper las cadenas de los dogmas y liberar la mente para construir la Venezuela que todos queremos, las ZEE no son una panacea para resolver los problemas de un día para otro. Sin embargo, nos abre un camino hacia la construcción del futuro posible.