El único terreno donde llegó a tener fuerza la absurda aventura del interinato fue en el ámbito de la comunidad internacional. Cuando estaba en su cúspide, la mediática transnacional repetía insistentemente que Juan Guaidó era el verdadero presidente de Venezuela. Para sustentar este despropósito se afirmaba que el “interino” contaba con el respaldo de más de 50 países. Obviamente, con EEUU y la Unión Europea a la cabeza. Era una especie de mantra, que junto con el otro pavoso ritornelo, se repitió hasta el hartazgo.
Quienes planearon aquella canallada no podían siquiera imaginar lo que ocurriría, tan solo algunos años después. En aquel entonces estaban muy ocupados frotándose las manos, convencidos de que el gobierno legítimo de Nicolás Maduro tenía los días contados. Y, finalmente, podrían echar mano a su antojo de la ingente riqueza petrolera y mineral de la patria venezolana.
Vueltas y más vueltas
Como dice la popular canción del género de la salsa: El mundo no para de dar vueltas. Y entre vuelta y vuelta, el escenario actual dio un giro de 360 grados. En la actualidad, todo es completamente distinto: Donald Trump fue echado a votos de la Casa Blanca; y a Juan Guaidó no lo quieren ni los propios partidos políticos de oposición venezolanos. Entretanto, Nicolás Maduro vuelve a tener el reconocimiento del mundo, como único y legítimo presidente de Venezuela.
Por si fuera poco América Latina ha dado un viraje a la izquierda y gobiernos de la región que otrora se habían declarado enconados enemigos de Miraflores, ahora han depuesto su actitud. Es el caso de Colombia, Perú, Chile y próximamente Brasil, entre muchos otros. Pero además con el conflicto bélico desatado entre Rusia y Ucrania la importancia geoestratégica de Venezuela, como surtidor confiable y seguro de energía, recobró el papel estelar que siempre tuvo.
Triunfos resonantes
Ese conjunto de elementos configuran un tablero completamente distinto, donde la correlación de fuerzas favorece claramente a Nicolás Maduro. Es algo tan evidente, que aunque los Estados Unidos no terminan de admitirlo abiertamente, en los hechos el único interlocutor válido para dirimir distintos asuntos de la agenda binacional es Maduro. De hecho, en predios de la Casa Blanca, cada vez se establece mayor distancia con Guaidó. Nadie lo busca, a nadie le importa.
Una coyuntura que ha sabido aprovechar muy bien el primer mandatario Nicolás Maduro, quien en la reciente Cumbre COP 27 sacó a relucir sus dotes de avezado diplomático y estadista. Tres encuentros, uno de ellos con el presidente de Francia, Emmanuel Macron; otro con el primer ministro de Portugal, António Costa, y luego con el enviado especial de Estados Unidos para el clima, John Kerry, sin duda representaron una estocada maestra contra la languideciente figura del interinato.
Rigores de la guerra
Tanto es así que a los pocos días de ese movimiento estratégico, la mismísima Unión Europea recalcó que las medidas impuestas a Venezuela son «reversibles y escalables». Así el cónclave de naciones del viejo continente, que ya habían dejado de reconocer a Guaidó como supuesto presidente interino, da un paso más en el camino normalizar las relaciones diplomáticas.
El motivo de este viraje del viejo continente en su política exterior es atribuible en primer término a los rigores de la guerra entre Rusia y Ucrania. Se sabe que el régimen de sanciones contra Moscú ha supuesto graves penalidades para las poblaciones europeas. También es conocido que a pesar de estar plegados a EEUU, los gobiernos de Europa no tienen el arrastre político necesario para pedirles a sus pueblos más aguante, a nombre de una causa tan difusa, como la que se ha querido enarbolar con el respaldo a Zelenski.
Zapatero lo advirtió
Pero en el viejo continente saben perfectamente bien que el absurdo del interinato no tiene de dónde agarrarse. Ya para el año 2020, cuando el pueblo venezolano eligió una nueva y legítima Asamblea Nacional, la voz lúcida del expresidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, se dejó oír en la prensa internacional.
En opinión de Zapatero, no reconocer los resultados de aquellas elecciones podía: “conducir al mayor absurdo que haya conocido la historia del derecho internacional (…). Porque si no se reconoce a la Asamblea que hoy se elige y la Asamblea que había ya no existe porque cumplió su mandato; y si no se reconoce al presidente Maduro por la hipotética acusación de fraude de mayo de 2018 y el presidente Guaidó era presidente por una Asamblea que ya no existe, por tanto, también termina ese hipotético reconocimiento”.
Trump lo intuía
Lo que reflejaban sus palabras parecía sacado de un cantinflérico guion. Pero aún había más: “Al absurdo no se puede llegar desde determinadas instancias de decir que en Venezuela no hay ni Parlamento, ni presidente, ni instituciones. Es verdad que a veces la política genera estas propuestas inconsistentes. Y por eso pido una reflexión serena, sosegada, del porqué se ha llegado hasta aquí, hasta una situación en la que se pretendía con el reconocimiento del presidente de la Asamblea anterior dar un vuelco a la situación”, explicaba Zapatero.
Hasta el mismísimo Donald Trump nunca tuvo plena confianza en Guaidó. En su polémico libro A sacred oath, Mark Esper, quien fuera secretario de Defensa de EEUU, durante la administración Trump, ha revelado que el entonces inquilino de la Casa Blanca siempre había visto a Guaidó como un tipo débil. Es decir, que sería incapaz de tomar verdaderamente las riendas del trabajo sucio que se le había encomendado.
Sigue el recule
La pérdida de apoyo e influencia de Guaidó lo ha dejado en una situación de orfandad absoluta. El supuesto interino se ha atrincherado en los predios de las publicidades de YouTube, desde donde sigue realizando arengas a base de consignas huecas. Cada vez se asemeja más a una voz que clama en el desierto. Sigue tan desprestigiado por su falta de carisma y liderazgo, así como por los innumerables escándalos de corrupción de su supuesta gestión.
Y el deslave de adhesiones continúa. Recientemente, la República Oriental del Uruguay expresó su reconocimiento al presidente constitucional, Nicolás Maduro, como presidente legítimo del país. La decisión del derechista Luis Lacalle Pou, representa un drástico viraje. Por tanto, las autoridades charrúas deciden restablecer las relaciones diplomáticas con Miraflores, al tiempo que dejan de reconocer al exdiputado Guaidó.
Todos los acontecimientos recientes confirman que mientras Guaidó se diluye en la nada, Nicolás Maduro vuelve a tener el reconocimiento del mundo.