Un gran esfuerzo internacional se ha realizado por desvirtuar el papel de Venezuela como potencia energética. En primera línea de ataque figuran las sanciones de la OFAC contra PDVSA y empresas conexas. Pero al mismo tiempo se ha intentado posicionar dos matrices de opinión negativas: 1) que el crudo venezolano es extra pesado y 2) que el patrón energético mundial está a punto de cambiar.
La primera hipótesis no es nada nueva. Conviene recordar que, al amparo de la anterior estructura gerencial de PDVSA (la “meritocrática”), se pretendió calificar a la Faja del Orinoco como un área bituminosa. Con ese sutil, pero estratégico cambio de nomenclatura se quería, nada más y nada menos, que dejar servido en bandeja de plata el reservorio más grande de crudo del mundo. De concretarse esa estafa, hubiera sido tal vez la operación de despojo más sensacional de que se tenga conocimiento en la historia de la humanidad.
Venezuela de primera
No obstante, bajo la conducción del Comandante Chávez ese despojo se frenó en seco. Y la industria petrolera criolla logró la certificación de sus reservas a manos de la OPEP y de un conjunto transnacionales del ramo. Así lo que para la vieja PDVSA era despectivamente calificado como bitumen (que sólo servía para hacer orimulsión), hoy es la mayor reserva mundial de petróleo cifrada en 300.000 millones de barriles, por encima incluso de Arabia Saudita.
Con respecto a la segunda hipótesis es un hecho cierto que ha habido grandes avances con las llamadas energías verdes (electricidad y parques eólicos, entre otros). Sin embargo, la humanidad aún no ha conseguido un sustituto eficiente y definitivo para los combustibles fósiles. Para bien o para mal, el proceso de combustión sigue siendo el principio rector de la energía que mueve al mundo.
Aspectos por resolver
Como señalan los analistas Carlos de Miguel y Fran Castro, “el aumento de la autonomía de las baterías, el empleo de otros minerales para la construcción de las baterías que no sean escasos y puedan provocar costes excesivos o cuellos de botella a la industria”. La puesta a punto de la pila de combustible y el abaratamiento de la producción de coches eléctricos, son varios de los retos que siguen pendientes. Y no se vislumbra una solución efectiva en los próximos 20 o 30 años.
De manera que es completamente falso que el petróleo sea cosa del pasado. Y es más falso aún que el crudo venezolano no les sirva a los países desarrollados. Algo que, por cierto, en medio del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania ha sido completamente demostrado. Si no, cómo explicar el “repentino” interés de la Unión Europea y de los propios Estados Unidos en el petróleo de estas tierras.
Los dueños del circo
No es nada causal que en medio de un invierno como pocos, distintos presidentes europeos se hayan acercado a Nicolás Maduro, en la reciente cumbre climática COP27. Desde el presidente de Francia, Emmanuel Macron, hasta el primer ministro de Portugal, António Costa, buscaron tender puentes con el primer mandatario venezolano.
La razón es obvia, la mayoría de los países de Europa Occidental se encuentran agobiados por una escalada inflacionaria y elevados precios de combustible. A esto se suma la llegada de un invierno inclemente y la dependencia del gas natural que les provee EEUU con 40% de recargo. Por otro lado, los propios EEUU la están pasando terriblemente mal. La jugada de la guerra contra Rusia no ha salido nada bien y ha implicado un enorme desgaste, para una economía ya maltrecha y declinante.
Réquiem para Guaidó
Ante una situación tan apremiante, las potencias mundiales aplican el pragmatismo que siempre les ha caracterizado. Así, aunque lo reconozcan a medias, sí aceptan la derrota aplastante del experimento Guaidó. Por ello van destrabando los mecanismos de diálogo con el único interlocutor válido que existe: el presidente constitucional de Venezuela, Nicolás Maduro Moros.
Como era de esperar con un personaje de utilería como Guaidó, el amo no le retiró directamente su apoyo al títere, sino que lo mandó a enterrar con sus propios colaboradores. Esa es la lectura política más acertada que puede darse del reciente Acuerdo Social, suscrito en México por la denominada Plataforma Unitaria de Venezuela (PUV) y el gobierno bolivariano del presidente Nicolás Maduro.
Trabajo sucio
El acuerdo formaliza por un lado la aceptación de la derrota total del interinato de parte de sus propios artífices. Pero también ratifica la vocación de las políticas imperiales de enviar a sus mandaderos de segunda categoría a recoger el sucio de sus desastrosas acciones.
Ese es el papel que le ha tocado jugar a Gerardo Blyde como máximo vocero de la PUV. Así vuelven al carril democrático las facciones más recalcitrantes de la derecha venezolana. No sabemos por cuánto tiempo durará, pero sí sabemos que ni siquiera en esa decisión fueron autónomos. Es evidente que la orden se dio desde Washington, agobiados por los nubarrones que se le avecinan al gigante del Norte en el plano social y económico.
Venezuela potencia
Esa es la realidad. Por un lado, Venezuela se afianza como potencia energética, liderada por Nicolás Maduro. Por el otro, Guaidó obtiene su certificado de defunción de parte de su misma gente. El plan de entrega de la soberanía ha fracasado estruendosamente.
Corresponde a Venezuela seguir recomponiendo su economía del enorme daño ocasionado por más de 700 medidas coercitivas y unilaterales. En ese proceso será vital diversificar la producción, apalancándose en su carácter de potencia energética.