La reciente victoria de Luiz Inácio “Lula” da Silva como nuevo presidente electo del Brasil, sin duda puede catalogarse como un acontecimiento trascendental. Y es que el triunfo de Lula tiene diversas implicaciones (concretas y simbólicas), que van inclusive mucho más allá de las fronteras del gran país amazónico.
En primer lugar, al derrotar a Jair Bolsonaro, Lula termina de asestar un duro golpe a las ultraderechas del sub-continente, que han ido cayendo una tras otra como si de un castillo de naipes se tratara. Pero en segundo plano -y esto quizás sea lo más importante- la victoria del histórico líder sindical brasilero, deja en claro que los experimentos por reimplantar el neoliberalismo en la región han terminado siendo tremendamente impopulares. Un verdadero fracaso, pues.
Sin respuesta social
La historia reciente ha demostrado que aquellos gobiernos completamente genuflexos a Washington no tienen respuestas en el plano social. Algo que se paga caro en el ámbito político, especialmente cuando se trata de la región más desigual del mundo, según cifras de organismos internacionales como el FMI, el Banco Mundial y la OCDE, entre otros.
Por ello, no es nada casual que en Argentina, Brasil y Bolivia la ultraderecha trastabilló, luego de recuperar posiciones de poder, previamente ocupadas por la izquierda. Y en otros casos como en Chile, Colombia y Perú, finalmente las izquierdas lograron abrirse cauce. En uno y otro caso, luego de algunos meses o años gobernando, las ultraderechas terminaron empantanadas en laberintos de corrupción, fuerte represión policial y creciente rechazo social. De nuevo, la lucha dialéctica por el poder en la región va señalando un camino que vuelve rápidamente a inclinarse hacia la izquierda o centro izquierda.
Mapa rojo
De hecho, a pesar de los matices y las particularidades de cada país, los únicos gobiernos que no son de izquierda en Suramérica son Ecuador (Guillermo Lasso), Paraguay (Mario Abdo Benítez) y Uruguay (Luis Lacalle Pou). De resto, todos los países se encuentran bajo la conducción de regímenes que se identifican a la izquierda del espectro político.
Ahora bien, Brasil es un país más que estratégico. Por las dimensiones de su economía (forma parte del selecto grupo potencias emergentes de los BRICS, junto con Rusia, India, China y Suráfrica). Por el tamaño de su población (más de 214 millones de personas) y por la extensión de su territorio (más de 8,5 millones de kilómetros cuadrados), representa un actor crucial para Suramérica en particular, y el mundo en general.
Fuera la ultraderecha
Por lo tanto, al expulsar a Bolsonaro, por la vía de los votos del Palacio de Planalto, Lula desactiva, al menos de momento la amenaza de políticas ultra radicales en un país mega estratégico. Esto no es poca cosa. Sobre todo si recordamos que estos gobiernos de ultraderecha se caracterizan por el desprecio al medioambiente; así como el odio hacia las raíces afros e indígenas de nuestros pueblos. Pero también queda definitivamente desactivado un eje de presión en el ámbito geoestratégico como el finado y lamentable Grupo de Lima. ¿Alguien se acuerda de Pedro Pablo Kuczynski y su definición de América como un “perro simpático” para EE.UU?
Bolsonaro era el último presidente en ejercicio de ese tristemente célebre conglomerado de naciones que se había plegado a ejercer todo tipo de presiones contra gobiernos legítimos como el de Venezuela. Sin embargo, como se dice coloquialmente, sin prisa pero sin pausa se ha dado vuelta a la tortilla.
Buenas noticias
En el caso específico de Venezuela, más allá de las diferencias conceptuales que puedan existir, las victorias de Lula en Brasil y de Gustavo Petro en Colombia, representan sin duda buenas noticias. La patria de Bolívar comparte una extensa línea fronteriza con ambas naciones. Y esta nueva correlación de fuerzas permitirá restablecer las relaciones multilaterales, tanto en el plano social, económico, cultural y político. De hecho, ya con Colombia se han dado enormes avances, que de seguro favorecerán tanto a la ciudadanía colombiana, como a la venezolana.
Igualmente, en el plano de la integración es bastante probable que se puedan retomar viejas y nuevas iniciativas de cooperación. Todas orientadas hacia la complementariedad y la solidaridad. En tiempos del Comandante Hugo Chávez se pusieron en marcha propuestas audaces: como la UNASUR, el ALBA, Petrocaribe, el Banco del Alba, el Banco del Sur, Telesur, Petrocaribe, la Celac, y el Sistema Unitario de Compensación Regional de Pagos (SUCRE), entre muchas otras.
Avance obstaculizado
No obstante, con el retorno de la ultraderecha en buena parte de nuestros países, el avance de algunas de estas propuestas se vio drásticamente detenido. Ahora, con Lula las cosas pueden cambiar. Obviamente, no están dadas ni remotamente las mismas condiciones de los tiempos de Chávez, Néstor Kirchner y los primeros mandatos del propio Lula. Pero sí hay espacio para retomar los avances.
Y es que Lula ciertamente está llamado a desempeñar un papel decisivo en el fomento de una mayor colaboración en América Latina y del Sur.
“El único líder que tiene la capacidad de unir a la región en desafíos comunes es Lula. Aunque los otros gobiernos quieran, no tienen el peso de Brasil ni la experiencia del presidente electo en la década del 2000 para hacerlo”. Así piensa el conocido analista internacional Michael Shifter.
Nuevos horizontes
Por su parte, el propio presidente electo Lula da Silva ha dejado claro cuáles serán los nuevos horizontes de su gobierno. “Estamos diciendo al mundo que Brasil está de vuelta. Estamos prestos para retomar el combate contra el hambre y las desigualdades; y el protagonismo en la lucha contra la crisis climática. Ese es el Brasil que vamos a construir juntos. Con trabajo, diálogo y democracia”, expresó hace unos días el nuevo mandatario carioca en su cuenta de Twitter.
Igualmente, se han asomado propuestas enmarcadas en una visión de la nueva integración latinoamericana y caribeña, como la creación del Sur. Se trata de nueva moneda sudamericana “para no depender del dólar”, tal como ha planteado el propio Lula.
Soberanía económica
Aunque se basa en un planteamiento similar al del euro, la propuesta del Sur funcionaría de manera diferente. Es decir, como explica el profesor, Emilio Hernández, la iniciativa del Sur está “asociada a la idea de que cada país conserve su propia moneda o en todo caso decida si circulara el Sur, junto a la moneda nacional”.
El Sur sería emitido por el Banco Central Suramericano. Y la política monetaria estaría orientada a mantener una estabilidad del tipo de cambio del Sur con respecto a divisas internacionales, especialmente el dólar. Definitivamente un Brasil fuera de las garras de la ultraderecha bolsonarista representa buenas noticias para Venezuela y toda la región. Es de esperar que los proyectos de integración bolivarianista y martiana retomen nuevos bríos con la actual correlación de fuerzas. Hay mucho trabajo por hacer.