Luego de un repliegue forzado por las estruendosas derrotas electorales que sufrió, la derecha continental vuelve a reagruparse y arremete de nuevo. El primer zarpazo fue en Argentina, con la amañada decisión judicial contra su vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Y de seguidas le dan un golpe parlamentario a Pedro Castillo en el Perú.
La historia reciente del mal llamado “Nuevo Continente”, en su porción hispanoamericana, está plagada de marchas y contramarchas, idas y venidas. A cada intento por reivindicar las demandas siempre relegadas del pueblo humilde, le sucede una componenda para impedir cualquier transformación. La derecha continental ha sido muy hábil en esta tarea. Claro, también es cierto que al menos durante casi todo el siglo XX y lo que va del XXI, nunca han actuado solos. En realidad, siempre se han comportado como apéndices de las cúpulas norteamericanas.
Imperialismo a la yanqui
Han sido los perritos en la alfombra de EEUU, como tristemente ilustró otro breve presidente del Perú, enemigo jurado de Venezuela (Pedro Pablo Kuczynski). Pero también es verdad que los métodos han cambiado un poco. De los sangrientos golpes de Estado, impulsados por EEUU entre las décadas de los 60 y 70, hemos pasado a una diplomacia que en esencia sigue siendo monroísta (América para los americanos), pero que trata de guardar en algo las formas.
Así de los Pinochet, los Videla, los Castelo Branco, los Stroessner y los Bordaberry, entre muchos otros que tiranizaron el Cono Sur, hemos pasado a la modalidad del golpe parlamentario y los llamados casos de Lawfare. También persisten, aunque son métodos menos comunes, la Escuela de las Américas para adoctrinar a las Fuerzas Armadas de la región en la caza y exterminio de comunistas. Estas tácticas vieron su apogeo entre los años 70 y 80 y contribuyeron a causar estragos en Centro y Suramérica.
La violencia no cede
Para nada quiere decir esto que la violencia de las armas haya cedido terreno a una violencia jurídica. En absoluto, la derecha continental es en esencia violenta, como la describió de forma brillante el economista venezolano, Orlando Araujo, en su siempre vigente libro Venezuela Violenta. Lo que ocurre es que han sido muy hábiles en camuflar o, a juicio de Vladimir Acosta, “embellecer” esa violencia.
Todo gracias a una maquinaria mediática que se ha dedicado a posicionar patrones de consumo colonizados. Y a consolidar una percepción colectiva entre las masas de que la región es comparativamente más pacífica que el Medio Oriente o que algunos países africanos, desangrados por una guerra casi perpetua.
Pero la violencia, gracias a la derecha continental, forma parte de nuestras vidas desde el mismo inicio de la etapa republicana. Una de las expresiones más nítidas de esa violencia es que seguimos siendo, de lejos, el continente más desigual del mundo, muy por encima de África y Asia. De acuerdo con estadísticas del Banco Mundial y de la Cepal, en promedio, las élites se apropian de entre 40 y 50% de toda la riqueza. Mientras en otras latitudes ese promedio ronda el 30%.
Brechas enormes
“Hay una brecha entre la pobreza creciente y también la riqueza creciente. En muchos países de América Latina una élite económica está concentrando hasta un 40% o 50% de la riqueza. Es un desbalance económico y social muy fuerte que expresa la desigualdad”, ha declarado a DW, Hans-Jürgen Burchardt, director del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) de la Universidad de Kassel.
Y la pandemia de covid-19 no hizo sino agravar esa negativa situación. “América Latina sigue siendo la región más desigual del mundo en plena pandemia y mantiene unas condiciones que han permitido que aún bajo la catástrofe económica internacional, 69 (milmillonarios) aumenten sus fortunas en 104.100 millones de dólares”.
Mafias y más mafias
Cuando hay tanto dinero, y tan concentrado en pocas manos, se comprende con más facilidad la tesis planteada hace décadas por el científico social hondureño-venezolano, Máx Flores Días. Este autor planteó el concepto de una doble dominación o doble explotación. En primera línea, de parte de las cúpulas norteamericanas y en segunda instancia por parte de las élites criollas, que se pliegan a su jefe norteamericano. La derecha continental representa, ni más ni menos, una doble calamidad que genera violencia, vive de la violencia y es en sí misma la máxima expresión de la violencia.
Caputos de la vida
La pobreza y las desigualdades son la expresión macro de esa violencia de la derecha continental. Pero este fenómeno tiene múltiples vertientes: narcotráfico, minería ilegal, paramilitarismo, mafias judiciales, monopolios y chantaje empresarial, entre otras. La vicepresidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, lo resume con brillantez:
“Me condenan porque condenan un modelo de desarrollo económico”, ha dicho la lideresa tras conocerse el fallo en la causa Vialidad. Fernández de Kirchner detalla las falencias de la acusación en su contra y anuncia que no será candidata en 2023. “Me van a poner presa, siempre y cuando algunos Caputos de la vida no financien a un grupo de marginales y me peguen un tiro. Eso es lo que quieren para mí: que esté presa o muerta”, sentenció. En su discurso, expuso las complicidades de jueces y fiscales con funcionarios y exfuncionarios de Juntos por el Cambio y con grupos empresarios.
Las modalidades del Lawfare y el golpe parlamentario ya las habían activado previamente en el Brasil, contra Luis Inácio “Lula” Da Silva y Dilma Rousseff. En la Honduras de Manuel “Mel” Zelaya y en el Paraguay de Fernando Lugo. Y como acertadamente señala la activista Alina Duarte: a “Pedro Castillo lo acusaron de ¨incapacidad moral¨; a Rafael Correa de ¨influencia psíquica¨, a Lula de ¨corrupción pasiva¨, a Cristina de ¨corrupción¨, a Evo Morales de ¨fraude electoral¨. Intentaron asesinar a Cristina, a Evo y a Maduro” (Nicolás, presidente constitucional de Venezuela).
El inestable Perú
A causa de las rancias oligarquías, el Perú es un país sumido en la inestabilidad. Esta nación suramericana ha tenido 6 presidentes en 4 años. A Pedro Castillo, líder venido de la izquierda le ha costado caro el haberse desconectado de su base popular. “La derecha es capaz de inventar y hacer lo que sea con tal de ver a la izquierda en la prisión, en el exilio, o sacarla, viva o muerta, del gobierno que ganó democráticamente. No importa de dónde sean, las oligarquías, las mafias, etc., son antidemocráticas por naturaleza”, asegura Duarte.
Y los hechos ratifican, lamentablemente, que a la activista no le falta razón, la derecha continental es en extremo violenta. Y ahora arremete de nuevo. Por eso también la importancia simbólica de la Revolución Bolivariana en Venezuela y de que sus líderes se mantienen firmes en el poder. Es una experiencia a contra corriente, que marca un ejemplo inédito de resistencia contra la derecha continental.
