A fines de los 80′ una manera sarcástica de encarar a alguien con ideas de izquierda, era decirle: El muro de Berlín te cayó encima y ni siquiera te diste cuenta. Y ciertamente la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), marcó el inicio de un mundo unipolar, comandado desde la Casa Blanca a sus anchas. Vino también la tesis del Fin de la Historia de Francis Fukuyama y se impuso por todas partes el recetario neoliberal del Consenso de Washington.
Pero la rueda de la historia que nunca se detiene va dejando atrás esas “certezas”, especialmente en relación con la pretendida infalibilidad del libre mercado. En los últimos 40 años, grandes transformaciones se han experimentado a escala mundial. Aquellos tiempos donde Ronald Reagan y Margaret Thatcher afianzaban las políticas neoliberales, sin ningún contrapeso económico, político e ideológico, son definitivamente parte del pasado.
Otra era inició
En el tiempo actual el mundo deja atrás la unipolaridad y se adentra cada vez con mayor determinación hacia una etapa de poder repartido, mediante la multipolaridad. El avance indetenible del grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) hace vislumbrar inclusive un desacoplamiento progresivo del dólar, como principal moneda de reserva e intercambio comercial internacional.
Por otro lado, países que fueron modelo de aplicación de las recetas neoliberales, hoy confrontan serios problemas sociales, que sacan a la luz pública las fallas e ineficiencias del mercado. En la región, los casos de Colombia y Chile resultan más que emblemáticos. Pero quizás, la prueba más contundente de los fracasos acumulados por el mercado, sea el acelerado proceso de “tercermundización” que tiene lugar en el propio corazón del sistema capitalista.
Hoy están a la vista las pruebas de los estruendosos fracasos sociales del mercado. Las imágenes de ejércitos de zombis deambulando por algunas de las principales ciudades de Estados Unidos son evidencia irrefutable de que algo no está bien. La crisis migratoria, la guerra social en Francia, el movimiento de los chalecos amarillos o las calles llenas de huecos y basura en ciudades importantes de Italia testimonian de manera inequívoca, que las contradicciones del mercado no solo persisten, sino que se han agravado.
No se ha enterado
Sin embargo, personas influyentes en el mundo de las redes sociales, como Henkel García, no se dan por enterados de esta realidad. Bien le valdría a García, quien por cierto es uno de los asesores económicos de María Corina Machado, la analogía con el Muro de Berlín. Pero, obviamente, esta vez referida a los fracasos del mercado.
Sino como entender que @HenkelGarcia publicara en su cuenta Twitter, comentarios de este tipo: “Acá este camarada me increpa por querer tener una economía de mercado sana, con libertades y garantías, y también por querer que se restituyan las relaciones (de todo tipo) con EEUU. Oye, sí. Sin duda es parte de lo que quiero”.
Ante tal “reflexión” no pudimos resistir a la tentación de formularle algunas preguntas, también en Twitter. “Buenas tardes podría, por favor, dar ejemplos de esa ¨economía de mercado sana¨. La historia reciente está plagada de fracasos en ese sentido. Hemos visto que el mercado ni se autorregula, ni reduce las brechas. Incluyo a países del ¨Primer Mundo¨. ¡Saludos!”.
Pobre respuesta
La contestación que recibimos fue de antología. “¿Fracasos? Los países que generan más bienestar en el planeta tienen economía de mercado. Lo sano viene de reglas y normas claras que eviten que unos grupos se impongan (a la fuerza no por el libre juego del mercado) sobre otros”.
Por lo visto García tampoco se enteró de la crisis financiera internacional de 2009 producto de la desregulación excesiva. En ese entonces “las reglas y normas claras”, que él refiere, solo sirvieron para que se socializaran las pérdidas y se privatizaran las ganancias. Quizás sea de utilidad, citar esta reflexión del investigador italiano, Giulio Palermo, en su libro El mito del mercado global. Crítica de las teorías neoliberales.
“Gracias al mito del mercado justo, sin relaciones de poder, sin clases ni fuente de riqueza e información, la economía burguesa hace de las diferencias sociales una virtud, elevando a los vencedores del ¨juego del mercado¨ en meritorios triunfadores y mortificando a los perdedores como despreciables fracasados. Aquí la mitificación y la intrusión ideológica son dobles: primero se establece arbitrariamente que en el mercado siempre vence el mejor, donde en general vence el más fuerte; segundo, se transforma el hecho de que en el capitalismo la remuneración de cada sujeto está ligada a su prestación en un principio moral absoluto (ofuscando el hecho de que la moral basada en los méritos no es para nada absoluta, sino que es específica de los modos de interacción competitiva)”, explica Palermo.
Más argumentos
En vista de la asombrosa respuesta de García, también creo conveniente citar al reconocido catedrático Noam Chomsky. “Más que una economía de mercado, tenemos una economía de casino. (…) El mundo de los negocios nunca ha estado dispuesto a aceptar el libre mercado: es demasiado destructivo para ellos. Por esta razón el mundo de los negocios ha pedido constantemente al Estado que intervenga para protegerlo de los estragos del mercado. En realidad, esto ya era obvio en los días de Adam Smith”.
La gran trampa del mercado es que no es tan libre, como tanto pregona la teoría liberal. En realidad, el sistema económico está supeditado a los designios de quien controla el poder mundial, en este caso los EE.UU. Así se implementan diversos mecanismos, que configuran lo que hemos llamado como un encubierto sicarito financiero internacional.
En ese camino se inscribe el amplio sistema medidas unilaterales y coercitivas, mediante el cual se establecen restricciones arbitrarias a más de 30 países, incluida Venezuela (se le ha aplicado un cerco inmoral, con más de 930 “sanciones”). Igualmente, se establecen esquemas de endeudamiento, a través de los cuales los países van perdiendo soberanía.
Sicarios económicos
John Perkins, ex jefe de economía de Chas. T. Main Inc., y autor del libro Confesiones de un sicario económico lo explica sin ambages:
“Primero identificamos un país que tiene recursos como petróleo. Después concertamos un enorme préstamo a ese país, por parte del Banco Mundial o una de sus organizaciones hermanas. Pero el dinero nunca llega realmente a ese país, sino que va a parar a nuestras grandes corporaciones (…) El país entero se queda con una enorme deuda, tan grande que de hecho no puede pagarla. (…) Y así es como típicamente opera el FMI y el Banco Mundial, dejando un país con una deuda tan grande, que no puede pagarla para luego ofrecerles tratos de refinanciar la deuda, pagando aún más intereses. Ahí exigimos condicionalidad, que consiste básicamente en que ellos tienen que vender sus recursos, incluyendo muchos de sus servicios sociales, sus servicios públicos (…) es un efecto dominó que hace caer piezas cada vez más grandes”, advierte Perkins.
A la luz de estas confesiones de Perkins, resulta por lo menos llamativo, que dos de los compañeros de Henkel García, que encabezan el equipo económico de María Corina Machado, trabajan o han trabajado para el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Es el caso de Rafael De La Cruz (economista senior del Banco Mundial) y Gustavo García (economista del FMI).
Esto recuerda mucho las tácticas del interinato de Juan Guaidó, quien destacó por colocar en la defensa de Citgo a personajes que habían representado legalmente a las trasnacionales que se habían querellado con la patria (José Ignacio Hernández, procurador fake).
¿A quién sirven?
Entonces, no sorprende para nada que entre las medidas anunciadas para “estabilizar la economía” venezolana, este equipo de rutilantes asesores haya propuesto renegociar la deuda soberana. El mencionado Gustavo García lo explica así:
“Un objetivo central de la recuperación y relanzamiento acelerado de la economía, es generar masivamente empleos formales y bien remunerados, y recuperar el sistema de seguridad social para garantizar una vida digna a cada ciudadano (…) ¿Cómo vamos a lograr esto? Primero, entrando en contacto con los entes internacionales financieros para desarrollar un programa de inversiones en infraestructura pública y en los servicios de educación y salud. Segundo, sentándonos con los acreedores de la deuda financiera privada. Y ofrecerles que esa deuda se reestructure, para que sea sostenible en el largo plazo para Venezuela. Eso lo vamos a complementar de manera importante mediante un programa de intercambio de deuda por acciones en las empresas que vayan a ser sometidas a un proceso masivo de privatización”, explica García (Gustavo).
La condicionalidad a que se refiere Perkins está dada de antemano. Es bueno que la gente sepa que cuando le hablen de “economía de mercado sana”, realmente se están refiriendo a la entrega sin condiciones de la soberanía. No existe tal cosa como “economía sana de mercado”, mientras más se desregula, más concentrado se vuelve el mercado y también más desigual. Así Henkel García no quiera o no le convenga darse cuenta de los fracasos del mercado, la realidad le desmiente.
Retos reales
El gran reto de la economía venezolana para este segundo semestre del año es seguir fortaleciendo el proceso de recuperación de la industria petrolera, para así apuntalar las demás áreas. El modelo implementado en esta fase de la revolución bolivariana, ciertamente reserva un papel protagónico para la iniciativa privada. De hecho, buena parte de la reactivación de la actividad económica ha descansado en el aporte de un sector privado que sí le apuesta al país. Sin embargo, es suficientemente conocido que no es vendiendo nuestros principales activos (PDVSA, siderúrgica, etc.) que se va a lograr una ruptura con el modelo rentístico. Al contrario así sólo conseguiríamos perder completamente nuestra autonomía.
Los fracasos del mercado enseñan que hace falta un Estado fuerte con una marcada vocación humanista, para contener y encauzar a las fuerzas del mercado. Si no existe ese contrapeso la sana “economía de libre mercado” que refiere Henkel García, sólo resultaría favorable para las élites económicas de siempre.