La política y la economía están estrechamente interrelacionados. Establecer una separación entre ambas disciplinas constituye un error metodológico que responde -y es promovido- según los intereses del pensamiento dominante aplicando una especie de división del trabajo al ámbito intelectual, cuyo principal propósito es segmentar la realidad según el ámbito de estudio (política, economía, sociología, administración, estadísticas, antropología, entre otras) generando una visión de la Ciencia Social como parcelas inconexascuando en realidad las variables que le componen son intervinientes, unas con otras.
En política no se abandonan los espacios, ya que, al hacerlo los ocupa otra persona. En economía pasa lo mismo. La ausencia de una vocería calificada que explique hacia dónde vamos y las estrategias asociadas a ese destino, constituyen un error de medular importancia que promueve un escenario contrario a los objetivos planteados por el hacedor de la política.
El vacío comunicacional sirve la mesa para que las fuerzas políticas contrarias al Gobierno nacional posicionen empresas y ONG (tal es el caso de Observatorio Venezolano de las Finanzas) que presentan al país, sin mayor rigurosidad científica los principales indicadores macroeconómicos a través de los cuales los agentes económicos construyen sus expectativas sobre el devenir económico.
Los economistas neoliberales –operadores políticos del gran capital– (José Guerra, Asdrúbal Oliveros, Henkel García, Sary Levy, entre otros) bajo el tamiz del saber científico promueven un clima tóxico con el objeto de cerrar posibilidades para atraer inversiones al territorio nacional –en las cantidades que amerita la coyuntura–para activar y potenciar el crecimiento económico con justicia social.
La desconfianza está al garete. Nadie le pone coto. Y con ello, se genera un torbellino de fuerzas que estremece de forma negativa las perspectivas, generando que los agentes económicos sean precavidos a la hora de invertir. Esto a su vez constituye un freno al crecimiento en plena fase de expansión, que, de no atenderse mediante las estrategias adecuadas de política económica, en un abrir y cerrar de ojos, la economía entra en una fase de recesión que conduce a la crisis. Generándose un círculo vicioso, donde las desigualdades y la pobreza se multiplican exponencialmente.
Observemos. Datos del Banco Central de Venezuela registran un crecimiento del 17% para el primer trimestre 2022, alcanza el punto más alto para segundo trimestre (23%), iniciando una fase de ralentización de 13% (III trimestre) para cerrar en 9%. Por otro lado, el OVF registra una caída de -8% en lo que técnicamente representa una inconsistencia manifiesta, presumiblemente eficaz para alimentar el discurso desestabilizador ante el cual no tenemos contrapartida para informar de forma veraz y oportuna.
Es momento de la estrategia profunda y amplia de discusión nacional para construir una política económica de consenso que nos permita solventar las grandes adversidades que registra nuestra economía, tarea inédita en virtud del ataque permanente al cual estamos sometidos (como las recientes declaraciones de Asdrúbal Oliveros sobre una tasa de cambio de equilibrio de 70 Bs./$), razón por la cual la coyuntura demanda mucha creatividad y pensamiento científico que no conciba el hecho económico como una receta neoliberal. En medio de la guerra, está el pueblo y todo servidor público con responsabilidad en el ámbito económico debe contribuir a promover un clima potable con honestidad sobre los retos y desafíos que nos depara el escenario por venir.