La administración del erario público venezolano históricamente -desde la consolidación del petróleo como principal producto de exportación– ha estado determinada por el comportamiento del precio del barril de crudo en los mercados internacionales.
Basta revisar la historia económica de los últimos sesenta (60) años para constatar el impacto que tiene el comportamiento de la renta petrolera en la economía en su conjunto. Ésta, subsume y subordina todos los sectores de la economía no petrolera, es una poderosa palanca para dinamizar el crecimiento económico, no obstante, cuando cae el precio del petróleo, dada la dependencia –carácter rentístico del sector privado– afecta la producción nacional generando distorsiones macroeconómicas con su consecuente impacto social. En un abrir y cerrar de ojos la economía pasa de una situación de abundancia a la escasez.
La tarea que nos ocupa hoy día consiste producir el sustento técnico-científico que direccione la aplicación práctica en la instrumentación de la política económica para la transición al nuevo modelo de acumulación post-rentista. Una nueva economía menos vulnerable ante las fluctuaciones del precio del petróleo, con sectores económicos vigorosos que aporten una fuente de ingreso -en divisas- alternativa al petróleo.
Ciertamente, eso no se construye de la noche a la mañana. Es un largo proceso signado de contradicciones, donde el fantasma del rentismo anidado en las estructuras del Estado y en el inconsciente de los venezolanos se convierte en un obstáculo de peso para la consecución de los objetivos planteados.
En este sentido, la planificación económica estratégica, representa un ejercicio importantísimo para garantizar el éxito del nuevo modelo económico, la improvisación y los buenos deseos no contribuyen en lo absoluto. En este orden de ideas, parece oportuno replantear el uso del Fondo de Estabilización Macroeconómica (FEM) recordando que éste es un medio para ahorrar recursos en los periodos de bonanza, el cual nos permitirá sostener la economía ante la caída de los ingresos y el gasto público como consecuencia de un shock negativo en el mercado petrolero.
Ha llegado el momento de prepararnos con rigurosidad, apoyados en las bondades del conocimiento científico de las ciencias económicas y sociales para enfrentar el escenario posterior al conflicto bélico Rusia-Ucrania, donde los precios del mercado petrolero se estabilicen y posteriormente tiendan a su nivel de equilibrio. Disponer de recursos para sostener el gasto público y las inversiones sociales en los momentos de adversidad será clave para preservar una justa distribución de la riqueza, pero, sobre todo, permitirá sostener el ritmo e impulsar con fuerza el surgimiento del nuevo modelo económico sobre las premisas de la justicia y equidad social.