La bandera venezolana ondea en el patio, acompañada de retratos de Bolívar, Chávez y Maduro, y una pancarta que dice: «Viviendo venezolanos, Asamblea Jorge Rodríguez Padre». Sesionan en círculo un gran número de mujeres, un niño, gatos y perros, patos y algunos hombres. Entre ellos, el consejal Jimmy Gudiño, que viste la flanela del Psuv. Cerca de nosotros se encuentra un edificio de cinco pisos, en construcción, el orgullo de la pequeña comunidad, que lo diseñó y erigió.
Vinimos de visita para conocer esta experiencia (Alison de Canadá, Tullio de Caracas y la que escribe, de Italia), en el contexto de la actividad internacionalista de la Plataforma de la Clase Obrera Antiimperialista (PCOA). Regresamos del foro internacional «El Lawfare contra Venezuela: A tres años del secuestro del diplomático Alex Saab», que explicó el secuestro del enviado especial en el contexto de las medidas coercitivas unilaterales ilegales, impuestas al país para conducir al robo de sus extraordinarios recursos, a través del famoso “cambio de régimen”. Aquí vemos un ejemplo de resistencia, y de construcción de una nueva perspectiva, de nuevas relaciones sociales basadas en el trabajo en común.
Antes de subir a los pisos, para ver el avance de la obra, a un ritmo armónico y rápido, y luego escuchar los informes de la jornada, discutimos con las y los asambleístas, representados por la vocera Ayarith Rojas. Ayarith acaba de realizar un viaje a Europa, y también traerá la experiencia de mujeres constructoras a Brasil, invitadas por el Movimiento Sin Tierra.
Las mujeres –explica– “forman el 80% de nuestra organización. Aprendimos haciendo cómo poner los cimientos de una casa, cómo levantar un pilar, solidificarlo, instalar tuberías y cables eléctricos. Nos definimos como constructoras integrales”.
¿Y quién garantiza que el edificio no se derrumbe?, nos preguntamos entre las risas generales. Todas responden de una sola voz: la capacitación y la autoformación constante y el diálogo técnico con especialistas e instituciones: en primer lugar, con el ministro Ildemaro Villaroel, de Hábitat y Vivienda, institución que dirige la Gran Misión Vivienda Venezuela, dentro de la cual se llevó a cabo el proyecto. La asamblea recuerda los primeros pasos en la conformación de la Gran Misión Vivienda Venezuela, creada por Chávez en 2011. En un principio, se trataba de responder a la emergencia creada por las fuertes lluvias registradas en el país entre finales de 2010 y el principios de 2011.
“Esta zona –recuerda Ayarith– fue muy afectada. En La Pedrera, 17.000 personas quedaron sin hogar. Chávez vino aquí y las invitó al palacio de Miraflores. Fue la primera de una infinidad de otras veces en que esas puertas se abrieron al pueblo, que antes construía casas en las que no podía vivir. Para contrarrestar los daños causados por las inundaciones, se desató un torrente de ideas, en el que también entró nuestro proyecto. Al principio lo presentamos a la Fundación Caracas y luego, cuando se resolvió la emergencia de las personas que estaban en los refugios, comenzamos a implementarlo dentro de la Gran Misión Vivienda Venezuela. Mientras tanto, aprovechábamos para formarnos y autoformarnos con los que tenían conocimientos técnicos, porque se aprende haciendo. Y esto asegura que la casa no se derrumbe”. Otras risas.
Actualmente, hay 1.500 viviendos venezolanos en todo el país: “El 70% de la autoconstrucción de vivienda pública -explica Ayarith- está en manos del poder popular. Realizamos el proyecto y construimos las habitaciones, el ministerio nos da un apoyo técnico-económico a partir del seguimiento de las obras y necesidades, y dentro de los cinco vértices de la Gran Misión Vivienda Venezuela, creada por Chávez: la organización del pueblo, los terrenos, los insumos de construcción, los ejecutores y la financiación”. En noviembre de 2015, el presidente Maduro sumó un sexto vértice, destinado al equipamiento inmobiliario de las viviendas asignadas.
En Antímano, el proyecto despegó hace cinco años, frenado por la guerra económico-financiera, que impuso una cotidianidad de trinchera al pueblo, limitando recursos y materias primas. La pandemia obviamente agravó la situación pero -dicen los viviendos- la construcción no se detuvo. La organización establece turnos a cualquier miembro de la familia mayor de 15 años cada ocho día, así que se logró adecuar el funcionamiento a las disposiciones gubernamentales que establecieron una semana de cuarentena radical y otra de flexibilización, con excelentes resultados en materia de prevención del COVID-19.
¿Por qué -preguntamos- no eligieron lo más fácil, confiando la construcción a una empresa del sector?
Ayarith responde interpretando el sentimiento de la asamblea: “Edificar nuestra vivienda – dice – nos da un gran sentido de pertenencia. Cada espacio se construye con amor, precisión y sobre la base de intereses colectivos, a los que se destina todo el material, sin posibilidad de desperdicio o desvío. En Venezuela, la vivienda es un derecho garantizado constitucionalmente, no una mercancía. Edificar este espacio va más allá de la necesidad concreta, indica la perspectiva social del pueblo constructor”.
Las hojas colgadas en la pared enumeran a los participantes en las distintas comisiones colectivas. Andreina San Martín nos acompaña con sus fotografías, que luego nos regalará para ilustrar esta visita. Un perro y un gato compiten por las caricias del niño, que luego nos dedicará una canción. Otros perros, por otro lado, pelean entre sí.
¿Cómo resuelven aquí los conflictos organizacionales? Discutiéndola -dicen los viviendos- y, tras una advertencia inicial, incluso sancionando, si no se respetan las reglas colectivas establecidas por el estatuto. La portavoz explica cómo funciona: cada primer domingo de cada mes se celebra una junta general informativa en la que se hace el balance. Cada 15 días se crea una «sala situacional ampliada, a la que llamamos -dice- la mesa de catarsis: porque sacamos a la luz los problemas, problemas de trabajo y de relación, debilidades y carencias, y vemos cómo solucionarlos a partir de una agenda de compromisos comunes. Somos muchas personalidades diferentes actuando en un mismo espacio. Cada uno tiene sus propios problemas, que a veces no podemos resolver, pero que es bueno compartir, sobre todo para evitar los malentendidos de la comunicación basada en rumores».
Aquí todo el mundo sabe qué apartamento será el suyo, de un total de 48 repartidos en cinco plantas, sin ascensor. Sin embargo, todos ellos trabajan para el interés general. Los pisos inferiores están destinados a personas mayores y discapacitados, luego vienen los demás. En la vida cotidiana, las mujeres constructoras tienen otros trabajos: son enfermeras, maestras, obreras, costureras, peluqueras.
Cada 8 días, vienen aquí para trabajar un turno, luego se van corriendo al trabajo, a veces todavía con las botas embarradas en los pies. Algunos trabajan aquí de forma permanente, para aquellas tareas que requieren continuidad profesional, especialmente en el ámbito administrativo. Para algunos trabajos particulares, se contrata personal externo.
Irseria, feminista y comunera, cuenta cómo uno de los albañiles más mayor, que se suponía debía capacitar a las mujeres en la construcción, al principio no quería saber nada del tema y había manifestado reticencias y comentarios sarcásticos. ¿Mujeres en la construcción? No estamos bromeando… La primera objeción se refería al peso del material a transportar.
Las mujeres, sin embargo, respondieron: «Si una no puede, dos lo lograrán». Y así, al final, hasta el viejo albañil tuvo que reconocer que las mujeres «aprenden más rápido, trabajan mejor, dejan todo en orden y también son mejores administradoras».
El patriarcado, reflexiona Irseria, “es difícil de desmontar, pero estamos rompiendo un paradigma. La revolución ha liberado la heroína que se esconde en cada una de nosotras, y ha dado visibilidad a precursoras, como Juana Ramira la Avanzadora o Manuelita Sáenz, y a las que han tenido que vestirse de hombres para que veamos la historia de otra manera. A lo largo de los siglos, nos han mantenido en la ignorancia para dominarnos mejor. Hoy nos toca a nosotras enseñar lo contrario de lo que nos han impuesto”.
Todo esto, confirman las mujeres y los hombres del colectivo «Jorge Rodríguez Padre», es inherente al espíritu de la organización, que apuesta por el estudio y la formación a cualquier edad. El nombre dado a la asamblea indica la voluntad de transmitir a las generaciones más jóvenes el sentido de la memoria histórica para la construcción de un futuro “sin capitalismo, sin imperialismo y sin patriarcado”. Por eso –dice más de uno– “somos una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad de los Estados Unidos. Aquí, cada paso adelante, cada dificultad que superamos, cada movimiento que construimos, es una alegría opuesta a quien quisiera que nos arrodilláramos”.
Cuando se trabaja juntos para un proyecto común, se crean nuevas relaciones sociales y se puede ver el progreso. Aquí las mujeres construyen viviendas, pero también sueños. Aquí, las mujeres son «Nostálgicas del futuro», como se afirma en el documental del director Thierry Deronne. Deronne, un director belga experto en comunicación de base, prácticamente convivió con los viviendos durante dos años. Y luego envió la película a Europa, lo que permitió a Ayarith Rojas llevar la voz de las mujeres a través de las fronteras, gracias a la asociación Alba-Suiza y Alba-Francia.
En Suiza y en Francia, Ayarith pudo contar el sueño de Chávez, la constante resistencia a los ataques imperialistas, multiplicada a raíz de ilegales medidas coercitivas unilaterales, que hubieran querido aplastar el poder popular, y no pudieron: gracias a “la gran capacidad de Nicolás Maduro y al pueblo, consciente de que si la derecha volvía a gobernar, aquí se privatizaría todo, y si no pagas la cuota te echarían de tu casa, como en Europa”, dice ahora Ayarith.
La comunidad recuerda la violencia callejera de las distintas guarimbas. Hay quienes han tenido víctimas entre familiares y amigos, y saben desenmascarar la retórica de los derechos humanos, utilizada como arma contra el gobierno bolivariano por quienes los han vulnerados en varias ocasiones. En este año preelectoral, sin embargo, la derecha trata de ganar apoyo incluso en sectores populares.
Hace poco -dice la vocera- «vinieron aquí, seleccionaron a una veintena de familias para darles una bolsa de comida que contenía proteína. Y alguno, en vez de reflexionar, se deja tentar por sus sirenas, porque en las bolsas Clap que proporciona el gobierno, a veces falta la proteína. Excepto que estos señores vienen aquí para darle proteínas una vez, mientras que el gobierno nos provee todo el tiempo, haciendo maravillas en estas condiciones”.
Condiciones impuestas por las medidas coercitivas unilaterales ilegales, exigidas a gritos por la derecha a sus padrinos norteamericanos, para bloquear la economía y las finanzas del país. Sin embargo, ni los viviendos de Antímano, que trabajan con las comunas de los alrededores, ni el gobierno bolivariano, se dieron por vencidos. Así como no se rindió el diplomático venezolano Alex Saab, secuestrado por Estados Unidos. Los viviendos también quisieron clamar por su liberación en un emotivo saludo, al final de nuestra visita, al grito de: ¡Libertad para Alex Saab!