Del desconocimiento del resultado electoral, a la pretensión anular del PSUV como fuerza política en Venezuela, transitamos hacia los difíciles pasillos de la elección presidencial del 28 de Julio.
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Venezuela en su política macondiana no deja de sorprender. En la casa de los Buendía, un candidato que no quería ser candidato, se convierte en el abanderado de la oposición más extremista y antidemocrática del país. Una inhabilitada que no podrá ser nominada a ningún cargo de elección popular, hasta el año 2038, recorre las calles del pueblo jurando, desesperadamente, que será presidenta.
Pero no todo es realismo mágico en esta tragicomedia, los detractores de la democracia están escribiendo, en este justo momento, un nuevo episodio que tiene mucho de tragedia y muy poco de comedia, pues los sacrificados siempre son los hijos del pueblo, no los hijos de los apellidos.
La oposición extremista y cipaya se niega a salir del bucle en el cual entró desde 1998. Están decididos a cometer los mismos errores mil veces más, solo cambian los actores. Esta vez le corresponde el turno a Edmundo González Urrutia, candidato presidencial -por carambola- de la Mesa de la Unidad, Un Nuevo Tiempo y Movimiento Por Venezuela.
Como si se tratase de la interminable novela “En Busca del Tiempo Perdido”, de Marcel Proust, o de la “Historia Sin Fin” del escritor alemán Michael Ende, una vez más la oposición extremista e irresponsable, nos quiere conducir a la violencia a partir de un escenario de fraude para el desconocimiento del resultado de la elección presidencial del 28 de julio, y con ello reeditar el escenario político del 2018 – 2019.
Edmundo González se ha negado públicamente a firmar el “Acuerdo de Reconocimiento de Resultados Electorales” propuesto por el presidente de la República Nicolás Maduro y el presidente de la Asamblea Nacional, Diputado Jorge Rodríguez Gómez. Esto solo puede entenderse como un muy mal presagio sobre los días que están por venir, pues lo dicho por González Urrutia representa el preámbulo de la agenda violenta que esa oposición siempre lleva debajo de la mesa, literal.
De la tapa electoral a la tapa del fraude, González Urrutia, es un candidato por azar seleccionado exclusivamente para hacer la función de una “tapa electoral”, es decir, una persona que postulan para ser cambiado antes de un plazo determinado, ahora se convierte en la tapa del plan de María Corina Machado y compañía para volver al camino de la conflictividad.
La negativa a comprometerse con reconocer el resultado electoral indica que, González Urrutia y la estructura que le acompaña, están dispuestos a incendiar la pradera si el resultado electoral no les favorece, es decir, si gano es lícito y si no gano es fraude, una postura completamente irresponsable y antidemocrática, la cual se hizo costumbre dentro de su pobre cosmovisión.
La decisión de asumir que, “no es necesario firmar un acuerdo de reconocimiento de resultado”, torpemente secundada por Henrique Capriles, quien ya tiene experiencia en aquello de “reconocer y no reconocer” para sobrevivir en la política, da mucho para pensar: ¿tienen o no tienen la fuerza para ganar?
El Frankenstein que personifica la relación entre María Corina Machado y Edmundo González, viene en caída libre. Transcurridas varias semanas de la nominación oficial de Edmundo González como candidato de la MUD/PUD, se hace evidente la decadencia acelerada de su gris imagen. Los números están cerrados, pero no a su favor, aunque insistan en creerse sus propias encuestas.
Ni los comanditos, ni los 600K han dado resultado, María Corina se equivocó al delatar su esencia y salirse de su falso discurso electoral. Pues al gritar fraude adelantado también está cantando su plan de violencia, donde ningún venezolano, con sentido de la responsabilidad, querrá poner su nombre para dar vida a una nueva lista SUMATE o, peor aún, terminar salpicado en una revuelta de “frustrachera” que le cueste sangre y dolor al pueblo.
Maduro viene recuperando terreno, aunque el punto neurálgico son los cinco millones de votos duros que tiene el chavismo y su maquinaria. En Venezuela, el 70% del voto se moviliza, no camina solo, no se mueve solo, por eso el músculo del partido es determinante al momento de ganar la elección, y la oposición está muy lejos de contar con esa estructura.
Por otro lado, la abstención está creciendo y juega a favor del gobierno, gracias a los autogoles de una oposición que lleva dos semanas diciéndole a la opinión pública nacional e internacional: “el fraude electoral está montado”, siendo así ¿para qué votar?, se pregunta la gente.
De tal manera, no es descabellado pensar que, ante la posibilidad certera de una derrota para el candidato de la MUD/PUD, desde su centro de decisiones hayan decidido optar por boicotear el proceso electoral. La hipoacusia de la oposición extremista y cipaya les impide escuchar la verdad, les produce urticaria el solo hecho de pensar que nuevamente serán derrotados, por su inmadurez, por su ego enfermizo y sus reiterados errores.
Muy poco les duró contener sus impulsos antidemocráticos en función de convencer al mundo de que volvieron a la ruta electoral. La negativa de firmar el acuerdo promovido desde los poderes Ejecutivos y Legislativo, para reconocer y respetar el resultado de la elección del 28 de julio, es la expresión más evidente de lo que hemos venido advirtiendo desde hace mucho, el plan no es electoral.
La oposición cipaya no quiere elecciones donde puedan perder, pero tampoco quieren diálogo, reconciliación y paz. El acuerdo planteado, no solo busca que todos los candidatos presidenciales reconozcan numéricamente el resultado que emita el Consejo Nacional Electoral, sino que sentará las bases para un proceso de reconciliación, reconocimiento y convivencia política bajo el amparo de la Constitución nacional, sin tutelajes y chantajes foráneos. Esto supone que, todo actor, organización o institución que no esté a favor de promover este acuerdo, es porque está en contra de la convivencia política democrática en Venezuela.
Rechazar y menospreciar una iniciativa para avanzar hacia la convivencia política entre las fuerzas vivas del país, denota la clara intención de querer anular cualquier vía de entendimiento.
Con esta actitud, Edmundo González niega y desconoce el espíritu de los tan cacareados Acuerdos de Barbados, y si a esto le sumamos el discurso fascista de María Corina Machado prometiendo “sepultar el socialismo”, lo cual es igual a proscribir el chavismo como fuerza política, entonces es un deber encender todas las alarmas y convocar a la construcción de un muro de contención para evitar que el país vuelva a transitar por los oscuros momentos a los cuales esa oposición violenta nos tienen acostumbrados.
Todavía hay más, ¿cuál será la postura de la oposición moderada? El país quiere y necesita saber si un Manuel Rosales, un Sergio Garrido, un Morel Rodríguez, un Ramón Guillermo Aveledo, un Jesús María Casal, un Eduardo Fernández, un Felipe Mújica, se van a plegar al llamado de fraude y violencia de María Corina Machado y compañía.
De tal modo que el llamado, en primer lugar, es al Consejo Nacional Electoral y la Fuerzas Armada Nacional Bolivariana, deben blindarse y hacer respetar el clamor popular de la verdadera mayoría el próximo 28 de julio de 2024. También, debemos convocar a los sectores moderados a, sin importar nuestras diferencias ideológicas, conformar un frente democrático que sirva de contención a los planes de violencia y exija que cualquier discrepancia durante el proceso electoral, deba ser sometida a una solución pacífica e institucional.
Mientras tanto, deciden volver a Macondo, el único lugar donde la Señora logra ser presidenta, los ratones se convierten en caballos, la calabaza en carruaje, ¿y el perro?, igual que en la historia de La Cenicienta, Edmundo González Urrutia se convierte en el lacayo, en la tapa del fraude.
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