Las estrategias de guerra no convencional dirigidas contra la República Bolivariana de Venezuela con el objeto de coaccionar la voluntad política del pueblo y sus gobernantes, a fin de hacerse con los recursos estratégicos de la nación tienen marcada expresión en el ámbito económico -guerra económica– situación sin precedentes en nuestra historia contemporánea.
Estas amenazas y agresiones constituyen una injerencia contumaz. Torpedear la producción nacional, pulverizar la moneda e inducir la fuga de capitales con el único propósito, tal y como lo expresó Kurt Tidd, Jefe del Comando Sur de los EE.UU. en febrero 2018, de “asestar un golpe maestro” para acabar con la “dictadura de Venezuela”.
Por un lado, golpean el capital político de la revolución, el apoyo popular, generando en las bases populares la sensación de retroceso con la consecuente pérdida de la calidad de vida y, sobre todo, promoviendo la idea de que no son atendidas de forma oportuna por las instituciones del Gobierno. Esto, a su vez, busca fragmentar las fuerzas políticas estableciendo un paralelismo entre la eficiencia y voluntad de Hugo Chávez y una supuesta ineficiencia de Nicolás Maduro.
Esta estrategia –orquestada desde el “establishment” estadounidense– es acompañada de una Guerra de Quinta Generación impulsada desde el mass media para subsumir a la sociedad en un espiral de deserción, migración, fuga de talentos, reproducción de mano de obra no calificada resultado inmediato de la desesperanza y alienación a la que está sometido el pueblo venezolano.
En este contexto, las pérdidas son cualitativamente invaluables. Un país sometido al rezago respecto de sus vecinos inmediatos de la región latinoamericana, que capitalizan estas circunstancias en favor de sus propios procesos económicos, industriales, políticos y culturales colocando a Venezuela en una situación desventajosa desde todo punto de vista.
A este escenario, por demás complejo, se suma la burocratización y demás males inherentes al Estado Burgués activado cual maquinaria diseñada para triturar cuadros políticos que desempeñan responsabilidades de Gobierno, que, seducidos a merced del cáncer de la corrupción, se distancian cada vez más del pueblo entregados a las más condenables conductas burguesas, elitistas y distantes a las necesidades más sentidas del pueblo que recrudecen y siempre son infinitas.
Afinar mecanismos de regulación y contraloría, supervisión y acompañamiento a la gestión gubernamental debe ser tarea impostergable y obligatoria del Partido Socialista Unido de Venezuela para monitorear y combatir a todos los niveles las malas prácticas que debilitan la estructura gubernamental y, en consecuencia, al proyecto político– especialmente ante un escenario electoral.
A la formación irrestricta y consecuente, le sigue la selección rigurosa de los cuadros políticos que desempeñan funciones dentro del Gobierno. Establecer un equilibrio entre juventud y experiencia para el ejercicio de la función pública asegura la necesaria competencia en la asunción de responsabilidades que en el marco de esta adversa situación exige eficiencia e innovación a los liderazgos que se posicionen, cuya tarea debe centrase en la implementación de las políticas que permitan resolver las calamidades de los sectores más vulnerables. Solo un pensamiento estratégico garantizará la generación de relevo para la continuidad al proyecto político en el futuro.